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Crítica:ZAPEOS DE VERANO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La salud y los rayos catódicos

Desde los tiempos del doctor Rosado, la televisión ha mostrado su interés por la sanación de la audiencia. La tele de los milagros, bien distinta de esa feria nocturna de las teletiendas, ha encontrado en Doctor en Alaska la mejor medicina: por lo menos evita el callo zapeador, una de formación habitual en los espectadores compulsivos. El episodio del viernes (La 2, 0.50) fue más lejos. En una inteligente vuelta de guión, asocia el cine con las leyendas indias: las películas son a los hombres blancos lo que los cuentos de los chamanes a los indios enfermos."La medicina blanca, el cine, es magia. Es una forma hermosa y valiente de contar historias", le dice el sabio Leonard al joven Ed (a quien Peter Bogdanovich confiesa que Orson Welles "no quería filmar la realidad, quería recrearla". ¿Lo entenderán los progamadores de la televisión estival?), empujándole así a tomar una decisión vital: no será chamán, será director de cine. El chico se sienta ante la máquina de escribir y pare las primeras líneas de su guión. En ese instante, el rostro de Ed revela el gozo de la creación: la sonrisa radiante, los ojos brillantes.

Esa sensación debe ser desconocida por los letristas de La parodia nacional (Antena 3, martes a las 21.30: qué bochorno el tema ése a propósito de cómo la tiene Aznar...), los libretistas de La revista (TVE-1, jueves a las 23.30: José Luis Moreno cambia los muñecos por las boñígas) y los cazatalentos de Sonrisas de España (ironías de la programación: mientras, en El extraño viaje -La 2, con Carlos Larrañaga, primer drag queen del cine español-, afirman que "en estos pueblos hay que guardar las formas". Y José Luis Coll pretende en su programa que las pierdan sin pudor).No sé si la tele, como el cine, puede sanar. Lo cierto es que puede ponernos enfermos: "¿Qué quieres vivir como la bohême, entre zorras y mariquitas? ¡Pues allá tú!" (monólogo de Alcalde por elección, Antena 3, el lunes), "¿A cuantas mujeres le ha sacado el dinero de la prostitución?" "Incontables, modestia aparte" (entrevista en Confesiones, Antena 3, miércoles a las 22.30). Síntoma: pura caspa. Diagnóstico: desvergüenza.La cantante Fátima Miranda declaró ayer a este periódico que el grito cumple una función desinhibidora. "Las letanías, las murgas (...) Todo esto le venía estupendamente a la gente para desahogarse, relajarse..." No debe ver mucha televisión.Zapear es gritar, ¿será sano entonces? En la pantalla gritan para sacudirse los fantasmas (el protagonista de La cabeza de Herman, La 2, de madrugada. Es esquizofrénico: el intelecto, la sensibilidad, la ansiedad y la lujuria son personajes con vida propia. Chillan sin parar -cuestión de doblaje- pero tiene gracia). Frente a la pantalla nos liberamos: ¿quién no dejó escapar un grito de horror al ver a La Cosa -el héroe de Marbella y la bestia- colgado al móvil y al abanico con el que refrescaba esa sandía bajo su ombligo?, ¿cómo callar ante la sobrecogedora perspicacia de Ana Obregón, que vuelve con Lecquio tras la separación porque "a veces hay que irse lejos para ver bien de cerca, sabes?" (¿Qué me dices?, Tele 5 a las 15.00, el noticiario rosa que pone verde a quien se pone morado con las exclusivas. Me gusta: los reportajes destilan mala uva y se descubre el valor de la democracia catódica: los famosos también sufren por culpa de la televisión).Arévalo, ese filósofo, también cantó las excelencias curativas de la televisión (De los buenos el mejor, Antena 3, miércoles a las 21.30). Y del humor. Lástima que no se le entendiera bien: con la lengua adormecida, trabucándose, sorprendentemente en equilibrio, apostilló con gracejo los chistes de pajilleros, niños con diarrea y ciegos estafados (lo contó Miguel Durán, ahí es nada). ¡Y con qué delicadeza natural relató el chistoso la historia del borracho que mientras orina confunde su miembro con una merluza que le mira a los ojos!. Da gusto saber que la televisión privada es un bastión de la libertad de expresión.

Si llegara este relato a oídos del chamán de Doctor en Alaska, ¿llamaría a Rupert, que estrenó peinado en Vídeos de primera (TVE-1, viernes a las 21.45)?, ¿se pondría en contacto en la tercera fase con Rappel, que se anuncia anillado como una especie en extinción?, ¿lanzaría el televisor por la ventana, como el bebé del magnífico anuncio de Canal + (dirán que es peloteo: hay gente sin criterio)? Sólo hay soluciones desesperadas para programaciones descerebradas.

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