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El príncipe Carlos toma la iniciativa en la reforma a fondo de la monarquía británica

El príncipe Carlos lidera al resto de su familia en el debate sobre la reforma de la monarquía, según interpretó ayer la mayoría de la prensa británica. Con su iniciativa y aparente deseo por adaptar la casa de Windsor a la sociedad del siglo XXI, el príncipe de Gales descubre finalmente un papel acorde a su calidad de heredero de la corona. La sucesión de escándalos maritales, incluido el divorcio de los Gales, ha dañado la imagen global de la casa de Windsor. Lejos de ser modélica, la familia real británica padece hoy síndromes similares al resto de sus súbditos.

El público pide cambio y, como celebró ayer The Dady Telegraph, "ha llegado la hora de reformar la monarquía". Este diario conservador y monárquico recuerda, sin embargo, que las críticas apuntan hacia el "comportamiento de los individuos", más que "hacia la institución monárquica".El príncipe Carlos mira al pasado en la propuesta más controvertida que se le atribuye, referente a la financiación de la familia real. El heredero parece dispuesto a renunciar a la Lista Civil que el Parlamento concede a los monarcas británicos desde 1760. Este sueldo lo negoció Jorge III en compensación por la entrega al Estado de los bienes de la corona.

Tres siglos más tarde, Carlos propone a su familia una fórmula de independencia económica basada en la recuperación de los bienes y propiedades cedidos por sus antepasados. De aceptarse la propuesta, el Reino Unido asistiría a la "privatización de la monarquía", según el académico de la London School of Economics, David Starkey.

El laborista Alan Williams se mostró ayer sorprendido de que el palacio de Buckingham considere que las propiedades de la corona pertenecen a la Reina. Y varios analistas apuntaron que, si bien el fisco recuperó 94,6 millones de libras (cerca de 20.000 millones de pesetas) el año pasado, los gastos de la familia real, incluido el mantenimiento de palacios y residencias oficiales, supera los 80 millones de libras anuales.

Carlos optaría también por distanciar a la monarquía de la Iglesia anglicana. El heredero no está cómodo con el título de "defensor de la fe" que ostentan los monarcas desde 1521. La Iglesia anglicana defiende el status quo. El Sínodo General rechazó debatir, en 1994, una moción sobre su relación con el Estado.

El príncipe intenta democratizar también el sistema de sucesión que prima a los descendientes masculinos sobre los femeninos. De no superar la precaria imagen resultante de su adulterio y divorcio, la reforma podría beneficiar a su hermana, la princesa Ana.

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