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Extraños recuerdos

Dos jóvenes holandeses, locos por el flamenco, se llevan a casa sendos carteles que anuncian un concierto caducado de Ketama. Un italiano, que tiene un hermano ciego, quiere toda la información del madrileño Museo Tiflológico (para ciegos), cerrado en agosto. Dos franceses, futuros arquitectos, se preguntan si la inclinación de las Torres KIO les salvaría de morir aplastados en caso de caída. Dos californianos llenan su maleta de fábada Litoral. Un inglés en un céntrico mercado quiere comprar ñoras.El azafrán es otro excelente obsequio para los turistas gastronómicos que buscan turrón y mazapán desesperadamente. Lhardy o Casa Mira tienen la solución. En Chicote se queja la clientela habitual por compartir la historia del cóctel con "gente en sandalias y pantalón corto". En el Museo Lázaro Galdiano piden un catálogo de ese pintor tan prolífico llamado Anónimo. El detector de metales de unos grandes almacenes suena al paso de un joven, bolsa en mano. En su interior, un completo surtido de objetos sadomasoquistas, cadenas incluidas, comprado en un sex shop. Y ¿alguien cayó en la cuenta de lo rentable que resulta llevarse a Buenos Aires un vestido de novia?

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El turista sorpresa
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