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Debería estar en Creta

A ver si consigo contarlo en orden: Ese señor que desayuna en la cafetería desierta de la plaza de Manuel Becerra todas las mañanas de este juliogosto inacabable (todos los juliogostos son inacabables, más aún que el temible dicienero), ese señor, digo, no debiera estar aquí; debiera estar en Creta, tomando baños de sol mediterráneo, el sol más chic. No es que importe mucho pero contar por qué se ha quedado comiendo churros viejos en una cafetería desierta puede servir para consolarnos un rato con la desgracia ajena. De rato en rato, dice el refrán, acaba el verano.Ramón (porque se llama Ramón) decidió en Navidades que este año veranearían en Creta. El plural alude a Concha, su chica desde que la plantara Pepe, su antiguo novio sevillano. Frente a otros lugares los decidió por Creta el sol del Egeo, Aquiles y la tortuga, el Partenón, la belleza de Elena, las vasijas con lanzadores de jabalina... enfin, todos esos atractivos que permiten unas vacaciones, además de gozosas, cultas. Pero a la altura de marzo, a Pili, la hermana de Concha, la abandonó su novio por otra más rica y sobre todo más joven, y la pobre Pili le entró una depre de las de siete horas mirando una misma mosca. Como es de cajón, Ramón y Concha invitaron a Pili a pasar las vacaciones con ellos, y Pili terminó por aceptar pero sólo a condición de cambiar Creta por Islandia. Decía que Creta le recordaría Ibiza, lugar de sus últimas vacaciones con Paco (el novio), pues aunque Ibiza no tenga Partenón, ambas islas mojan en el mismo mar; por algo se llama Marnuestro. Mejor Islandia, con los vikingos y los géisers.

Mas poco antes de Semana Santa sucedió que Pili conoció a un inglés de discoteca, y después de una Semana Santa que ni llegó a semana ni fue santa, decidieron pasar las vacaciones largas juntos. Como Pili no tenía cara para ahora decirles que no a su hermana y cuñado, incluyó a Bill (el inglés) en el programa de Islandia. Nunca lo hubiera hecho. Cuando al fin Bill, que hablaba muy mal el castellano, se enteró del plan que le tenían reservado para el verano, se quedó mirando a su novia como desde Enrique VIII los protestantes miran a los católicos: con gran curiosidad para ver si así averiguan qué les pasa. Pero como su interés científico era secundario frente al de sus vacaciones -también para los ingleses las vacaciones pasan antes que el criquet, el césped y hasta la familia Real-, hizo saber que no tenía la más mínima intención de ir a matar agosto en un peladero de vikingos, tradicionales enemigos de Inglaterra. "Pero...% intentó Pili, y ahí mismo comprendió que esos puntos suspensivos ponían en peligro su recobrado equilibrio sentimental. Tenía más posibilidades de convencer a Concha, y que Concha convenciera a Ramón.

"¡¿Marbella?!", tronó Ramón, incorporándose de un golpe en la cama. Concha había esperado al despertar del domingo para, en ese momento que han aprovechado todas las mujeres desde que nos expulsaron del Jardín, reclinar su mejilla sobre el peludo pecho de su hombre y, con voz indefensa, intentar un objetivo que desafiaba todos los triunfos de su carrera (como conseguir que el pobre Ramón, tras una vida refinando su sentido estético, se pusiera pantalones cortos y no se ruborizara en todo el día).Pero Marbella era demasiado. Pedirle a Ramón que se resignara a veranear allí era lo mismo que pedirle a un campeón de ajedrez que se haga hincha de Gil y Gil -no del Atlético: de Gil y Gil-, que por cierto me suena que es el maestro casamentero de aquella provincia o algo así. Toda una vida de esfuerzo y trabajo, toda una vida de codos en libros y codazos en pasillos para que el ligue de discoteca de una cuñada neurótica te quite el placer de la aventura y la elegancia de la distancia, y te imponga unas vacaciones con toda la lista de suscriptores del Hola y algunos de. sus personajes, pintorescos, sí, pero secundarios.

No hubo nada que hacer. Su ira no impresionó a nadie. Bramó y rugió pero a Concha sobre todo le importaba casar a su hermana. Bill quería ir a Marbella (le sonaba el nombre de una película de narcotráfico) y emborracharse todos los días con sus amigos de Manchester y Liverpool, con los que había quedado.. Sólo tenía la humana vanidad de mostrarles a su novia española.

Todavía estábamos en junio. Con el fin de la temporada de fútbol la federación inglesa de fútbol anunció el paso a segunda división de los clubes que no habían pagado no se qué impuestos. Ustedes, por los periódicos, ya saben la que se armó. En ello tomaron parte no desdeñable los amigos de Bill, y el propio Bill, que corrió a la guerra. Ahora están en la cárcel. No vendrán a Marbella.

Después de recaer en la contemplación de moscas, Pili se fue a Ibiza pues una compañera de la oficina recién divorciada le dijo que allí van divorciados, y por uno de ellos se había divorciado. Ya colocados en julio, Concha plantó a Ramón con el irrefutable argumento de que nada de eso habría sucedido, ni siquiera el drama del fútbol inglés, si él no se hubiese empeñado en ir a Creta a aprender alfarería. "No eres más que un intelectual" le dijo.

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Lo que no le dijo y Ramón no sabe -inocente y feliz entre el silencio y los churros viejos de la plaza de Manuel Azaña- es que dos días antes la había llamado Pepe, el antiguo novio, para invitarla. al festival de Edimburgo. Creyendo que es de ópera, Concha, feliz, se llevó el collar de perlas que Ramón le regaló el año pasado tras una noche de amor en el agosto estrellado del oasis de Ber El Fisic, Sahara. Occidental.

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