El Madrid anda espeso en la construcción

Cuando la pelota cae por los arrabales del área, la zona por la que transitan Mijatovic y Súker, y a la que se incorporan desde atrás Alfonso y Raúl, una rara sensación de vértigo invade el ambiente. Puede pasar de todo entonces: un recorte, un cambio de juego, un tiro envenenado, un pase con intención, una combinación repentina... De todo, aunque a tanto talento junto le falta todavía mucho entendimiento. Lo malo es, al menos lo fue ayer, que el balón no cae demasiado por esa zona a la que el Madrid ha encomendado sus sueños.Porque el Madrid, por ahora, anda espeso en la construcción. Hierro y sobre todo Seedorf` (un atleta, un tipo con unas condiciones fisicas privilegiadas) abarcan campo, y garantizan una rápida recuperación de la pelota, pero muestran limitaciones para organizar. Ayer, el Madrid consiguió tener la pelota más que el Torino, pero no supo surtir juego arriba. El suyo fue un ejercicio de horizontalidad a la postre poco efectivo.

El Madrid arrancó con ganas y supo ponerse pronto de cara, pero no le valió de mucho. El gol de Raúl, que llegó a la salida de un córner -el equipo ha ganado mucho con los refuerzos en las acciones a balón parado-, no abrió las puertas de un ataque decidido. Y tampoco aportó la serenidad necesaria para manejar con oficio y tablas el resultado. El Torino, sin grandes alardes y sin meter en demasiados apuros a una defensa blanca que sí parece firme, fue corrigiendo a su manera la situación. Durmió poco a poco al contrario y al final, en una falta directa magistral, alcanzó el empate.

El nuevo Madrid pide tiempo. Lo necesita Capello para ejecutar su revolución: nuevo sistema, nuevos jugadores y nuevas posiciones para los supervivientes (Amavisca jugó de lateral izquierdo). Del viejo Madrid no queda nada. Por no quedar no le queda ya ni la camiseta, a quien la modernidad le ha traído un frontal bicolor azul y blanco de dudoso gusto.