MISIÓN IMPOSIBLE
Tomaso Cruise ha realizado frente a las costas de Capri su tercera operación de salvamento humano en lo que va de año. El actor y productor, que a sus 34 años está demostrando ser un auténtico comando ambulante de la Cruz Roja, se encontraba de vacaciones con su barco en la zona de Marina Grande, cuando vio arder un yate con cinco náufragos, la familia de un industrial francés residente en Suiza. Nuestro héroe no se lo pensó dos veces. Ayudado por su mujer, Nicole Kidman, y poniendo de relieve una vez más que para él no hay misión imposible, ordenó a su tripulación acercarse a la nave en llamas, subió a bordo a la familia, llamada Lejeune, para más señas, y encima luego, ya con todos a salvo, volvió a acercarse para intentar apagar las llamas, mientras recogía el SOS un avión, que avisó a la capitanería del puerto y a los bomberos. Nada que hacer para el barco, pero todo para los Lejeune, trasladados en bañador a una suite del mejor hotel de Capri. Tras un paseíto por la isla, para registrar la hazaña en los archivos de la guardia costera -y es ahí donde salió lo de Tomaso: la autoridad siempre desvelándolo todo-, Cruise volvió a su embarcación, de 61 metros de largo y con bandera de las Bermudas, a terminar la jornada con sus dos hijos, Isabella y Connor, de cuatro y un año, respectivamente, y un grupo de amigos que viajan con él. El pasado mes de marzo ya Tom -o san Tomaso, bien mirado- asistió en Los Ángeles a una joven brasileña, abandonada tras ser atropellada por un coche, y pagó casi tres millones de pesetas para que la curaran en el hospital. En julio, en Londres, presentando su última película, Misión imposible, de Brian de Palma, salvó de ser arrollado por las masas de fans a un niño de siete años. Digámoslo claramente: es -y está- más bueno que el pan.
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