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Vecinos de Villaverde se enfrentan a unos 'okupas' que impiden la reforma de su barrio

El barrio del Cruce, en Villaverde, vive días de tensión. Desde hace una semana, decenas de familias gitanas han okupado parte de los 200 pisos que quedaron vacíos tras el traslado de sus habitantes -salvo seis disconformes- a casas del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima). Se han producido ya encontronazos verbales y forcejeos entre los okupas y quienes intentan echarlos porque la demolición de los viejos pisos es necesaria para reformar el barrio.

Los okupas pudieron acceder a los pisos porque en ellos seguían viviendo seis familias disconformes con el realojamiento cuya presencia impidió al Ivima el derribo de los bloques, una cautela habitual para impedir estos problemas.La asociación de vecinos del barrio ha solicitado al juzgado y a la policía que eche a los okupas. Mientras, los vecinos montan guardia para impedir nuevos asaltos. También el Ivima ha pedido el desalojo. Los enfrentamientos más graves se produjeron el domingo, cuando un grupo de vecinos intentó impedir el asalto de varias familias a un piso tabicado. Tuvieron que intervenir los antidisturbios para evitar que el conflicto, llegara a mayores.

Nadie conoce a los okupas, pero los habitantes del Cruce temen que se cree un gueto gitano. "Llevan muy buenos coches y joyas, ¿y de qué tienen ese dinero?", comentan. "Y hay que ver como amenazan a quien les hace frente", afirman. Sean como sean los recién llegados, lo cierto es que su presencia impide que el Ivima derribe los bloques para edificar los últimos 136 pisos de la remodelación del barrio. Ya hay 450 vecinos en nuevas casas.

En los números 6 y 8 de la calle de la Alcarria se arraciman los okupas, entre ellos, numerosos niños. Uno de los adultos habla por un teléfono móvil, varios juegan una partida de cartas y otros se dedican a adecentar los pisos asaltados.

"La mayoría venimos de la zona de Orcasitas, donde vivíamos en casa de nuestros padres con nuestros hijos y hermanos, algunos ya nos hemos presentado varias veces a los sorteos del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), pero sin suerte", aseguran. "Alguien supo que estos pisos estaban vacíos y se corrió la voz", añaden.

"Los vecinos dicen que vendemos droga, cuando no nos conocen de nada, pero nosotros somos evangelistas y vendedores ambulantes y no nos vamos a marchar porque no tenemos donde ir'' matizan. "Lo que hay es mucho racismo y vecinos con palos", concluyen.

Joaquín Lázaro, portavoz de la asociación vecinal, niega el racismo: "En este barrio nos hemos criado payos, gitanos y quinquilleros; hay inmigrantes, y en el colegio tenemos medio centenar de niños gitanos".

La asociación culpa de la situación al Ivima. Comparten la protesta de los vecinos que se negaron al realojamiento: quieren que el Ivima les venda sus nuevos pisos una vez trasladados, sin pasar los siete años de alquiler a los que les obliga.

Sus viejas viviendas se las adjudicó la extinta Obra Sindical del Hogar en régimen de acceso diferido de la propiedad. Este verano, tras cuarenta años de pagar rentas inferiores a las doscientas pesetas mensuales, debían pasar a propiedad. "No tiene sentido que, si los pisos viejos iban a ser nuestros este verano, tengamos que esperar siete años hasta solicitar la compra de los nuevos", explica Lázaro.

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