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"Soy jamaicano"

Santiago Segurola

El himno fue canadiense, pero Donovan Bailey lo dejó muy claro: "Hey, chicos, yo soy jamaicano" . Un jamaicano que llegó a Canadá cuando tenía 13 años y que desconfia de la actitud racial de los canadienses. "Creo que en Canadá late el mismo problema que en Estados Unidos. Sabemos que existe. La gente que no parece canadiense, los negros, no reciben el mismo tratamiento... Enseguida te asocian con el lugar de nacimiento de tus padres o tus abuelos". Bailey es un hombre que tiene las ideas claras. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.

Acostumbrados a las historias de chicos pobres que alcanzan la riqueza por medio del deporte, Bailey mantenía un buen negocio y conducía un Porsche antes de correr los 100 metros en 10.60 segundos. Su llegada al atletismo ha sido tardía y extraña. Hasta los 24 años trabajó como agente financiero. Las cosas le iban bien, pero no lo suficientemente bien para un hombre que quería una mansión y una cuadra de coches de lujo. Bailey comenzó su carrera en los duros años posteriores a Ben Johnson. Canadá y su país se sentían culpables. Los velocistas no estaban bien vistos, estaban bajo sospecha. Desde este sentimiento, Bailey era otro jamaicano que venía a hacer trampas. Pero donde Johnson fue un atleta de laboratorio, Bailey era un talento natural. Pero en estado salvaje. Contactó con el entrenador estadounidense Don Pfaff, conocido por su excelente, trabajo con las- velocistas de la universidad de Luisiana State. Pfaff le echó un vistazo. Le pareció que tenía condiciones. Fue más lejos. "Puedes ser uno de los mejores", le dijo.

Desde ayer es campeón olímpico y plusmarquista mundial. Lo ha conseguido con un estilo natural -la cabeza un poco retrasada, como la espalda, el cuerpo relajado- y sus larguísimas piernas que hacen el resto para convertirle en el más rápido de la Tierra, uno que ya tiene lo que quiere: fama, dinero y coches.

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