Con permiso del viento
La regata de grandes veleros zarpa hoy de Génova y cruzará el Mediterráneo hasta Palma
Igual que hace cinco siglos, cuando los veleros que de aquí zarpaban iban a Oriente en busca de la seda y el azafrán, Génova vuelve hoy a depender del viento. Sólo será por unas horas, pero la ciudad que según Quevedo enterró el oro que nacía en las Indias y moría en España volverá a sentir la emoción de despedir a una gran flota. Será en los muelles del puerto viejo, junto a los almacenes del algodón, desde donde los 60 barcos y más de 2.000 tripulantes que participan en la regata Cutty Sark buscarán los favores del viento y del Mediterráneo.Hace medio siglo, un abogado inglés llamado Bernard Morgan organizó una regata de grandes veleros para conmemorar la época gloriosa de la navegación a vela. Morgan pretendía salvar los barcos que, utilizados hasta principios de siglo para transporte de cargo, se pudrían sin remedio en puertos y ríos. En julio de 1956, una flota de 21 barcos de vela procedentes de 11 países y tripulados por jóvenes entre los 16 y los 24 años navegaron de Torbay (Reino Unido) a Lisboa (Portugal). Cuarenta años después, la regata ha crecido hasta triplicar el número de participantes, pero su filosofía sigue intacta.
El ganador de la regata -que en esta edición realizará la travesía Génova-Palma de Mallorca-Nápoles- no será el barco que primero llegue a puerto. Sería absurdo, piensan los, organizadores, hacer competir a un velero de nueve metros de eslora con un gran buque escuela. El trofeo Cutty Sark -máximo galardón de la regata- lo recibirá en el puerto de Nápoles la tripulación que, según las reglas, más haya contribuido a la amistad y el entendimiento internacional". Serán los propios participantes los que premien, mediante votación, a la tripulación que con mejor talante capee un temporal o -lo que es peor en la vela- soporte la calma chicha.
Dos de los participantes españoles -los catalanes del Barcelona y los gallegos del Galicia Cortizo- llegaron a Génova con la lección bien aprendida. A pesar de la escasez de presupuesto y de algún que otro susto -el Barcelona sufrió una avería durante una tormenta en el Golfo de León-, las tripulaciones atendieron a todos los que se acercaron al barco durante las noches de estancia en Italia. Cuando había cerveza, con cerveza; cuando no, con historias: "Dos días después de zarpar, llegó la tormenta, el barco se movía sin parar, tiritaba como si tuviera frío...".
No abundan en esta regata los lobos de mar. El inglés Morgan pensó en los viejos barcos, pero también en los jóvenes marinos. Según las reglas que todavía siguen vigentes, al menos la mitad de la tripulación de cada uno de los barcos debe tener entre 16 y 25 años. La mayoría pertenece a buques escuela -el Américo Vespuccio de Italia, el Simón Bolívar de Venezuela o el Dar Mlodziezy de Polonia-, pero también los hay que hasta ahora sólo habían visto el mar desde la playa.
Es el caso de alguno de los seis españoles seleccionados para participar en la regata. Blanca Cunill, Amelia Cabrera, María del Carmen Rodríguez, César González, José Ramón Romero, y Daniel Hornos llegaron a Génova la tarde del domingo. Esa noche ya durmieron, junto a jóvenes de Estados Unidos, Puerto Rico y Grecia, a bordo del Dar MIodziezy (se pronuncia algo así como Dar Muachersi). César, estudiante de Arquitectura, estaba emocionado: "Lo mejor de este premio es que no se puede comprar. No es un coche, ni un viaje al Caribe. Navegar en un buque escuela por el Mediterráneo. Un sueño".
Génova también ha participado del sueño. La ciudad de los almirantes y los banqueros sigue conservando el primer puerto de Italia, pero su casco histórico se cae a pedazos. Las Madonnette -pequeñas esculturas de la virgen que adornan las esquinas- amenazan con desplomarse sobre los heroinómanos que se pinchan sin esconderse; huele a humedad y a orines; las prostitutas sobreviven a la vejez y a la ruina bajo bombillas rojas. Los genoveses -que ya no esperan barcos con oro de Indias y especias de Oriente- se han alejado del mar. La ciudad empieza ahora donde no llega la brisa del puerto.
La regata, que en España cuenta con la presidencia de honor del rey Juan Carlos, llegará el próximo fin de semana a Palma de Mallorca. Antonio Quijano, uno de los organizadores, predice una fiesta inolvidable: "Palma está acostumbrada a verlo todo, pero esto no lo ha visto nunca".
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