¿Incómodos con el proceso de paz?
Los sectores más extremistas en el dividido espectro político de Irlanda del Norte, tanto en el movimiento republicano como en el unionista, han sido los verdaderos beneficiarios de la semana de protestas callejeras coronadas por la bomba de la madrugada del domingo en Enniskillen, una pequeña localidad al suroeste del Ulster. Despojados todos de sus máscaras de buena voluntad, parecen sentirse más a gusto en el terreno de los cócteles molótov y el explosivo plástico Semtex que en el del diálogo.Por supuesto, los más incómoclos con el proceso de paz han sido los partidos unionistas, a quienes nunca ha parecido, igualitaria, ni imparcial, la aproximación del Gobierno de Londres a la pacificación del Ulster. Otro tanto ha ocurrido en el otro extremo. El IRA rompió el alto el fuego cuando, tras un año y medio de lento avanzar del proceso, el primer ministro John Major convocó unas absurdas elecciones a un foro que miraban con suspicacia los nacionalistas, y del que acaban de retirarse los delegados del Partido Socialdemócrata y Laborista de John Hume.
Lo único cierto es que el proceso de paz no es, o no era, igualitario. ¿Cómo podía serlo si para los ciudadanos que se reclaman británicos significa aceptar la pérdida del estatus que han mantenido durante tantos años? Todos quieren la paz. Pero no a cualquier precio. Peter Robinson, número dos del Partido Democrático del Ulster, de lan Paisley, lo dejó muy claro el jueves, tras el triunfal desfile de la Orden de Orange en Portadown, cuando le preguntaron si el proceso de paz había sufrido a consecuencia de este contencioso. "El proceso de paz estaba dirigido por el IRA", declaró el joven político, impertérrito.
El papel de víctimas
En el otro lado, se diría que los más fanáticos en la comunidad nacionalista o católica, la que se siente heredera de una cultura irlandesa, parecen haberse acomodado de nuevo con naturalidad al papel de víctimas. Como si las cosas estuvieran más claras entre el humo de los incendios. Por no hablar del IRA, que, tras suscitar ciertos conatos de crítica con su decisión de romper una tregua que había durado más de 17 meses, vuelve a alzarse como líder indiscutido de la agraviada comunidad nacionalista. Es sintomático que el viernes por la noche, apenas concluidos los desfiles de la Orden de Orange, varios enmascarados pertenecientes al IRA Provisional hicieran una fugaz aparición por las calles del gueto católico de Falls Road.Desde Washington, el presidente Bill Clinton debe contemplar desolado el panorama de odio que ha sustituido a las demostraciones de alegría y esperanza que le acogieron en Belfast en su visita de noviembre pasado. Acaso las profundas heridas se habían cerrado en falso.
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