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Tribuna
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Tragedia y farsa

Cuando jóvenes, todos recitábamos aquello de que Marx, había dicho que la historia, como había escrito Hegel siempre se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Algo de eso puede suceder a los socialistas si, dejándose guiar por las querencias del líder, decidieran viajar otra vez a Suresnes.Aires de gran ópera trágica tuvo- para el socialismo español aquel municipio de la banlieue parisina porque allí culminó el ritual de la muerte del padre, interrumpido dos años antes por el vértigo que los renovadores sintieron ante el vacío dejado por la fuerte personalidad de Rodolfo Llopis. En Toulouse, en 1972, nadie había tenido arrestos para sentarse en el sillón que Llopis dejó Vacante al no presentarse ante el congreso y los socialistas decidieron suprimir el cargo de secretario general y poner en su lugar una dirección colegiada. Pero transcurridos dos años en una especie de anarco -socialismo, el congreso de Suresnes comprobó en 1974 que la dirección colegiada no funcionaba y restableció el cargo de secretario general con el nombre de primer secretario. Felipe González pudo sentarse en el ya frío sillón que durante cerca de 30años había ocupado Rodolfo Llopis y disponer de todo el tiempo del mundo para calentarlo, pues la confusión de aquel interregno provocó un reflejo defensivo: todos como una piña, fue la consigna. En verdad, desde que el poder de Llopis comenzó a tambalearse hasta que alguien se atrevió a recogerlo, de nuevo tras dos años tirado por los suelos, el PSOE pudo haber quedado como pieza destinada al museo de la historia.

Para evitar ese deslizamiento hacia la nada, el fuerte control burocrático impuesto desde el exilio fue sustituido por un no menos firme liderazgo carismático y burocrático basado en el núcleo más joven del interior, el sevillano. Surenes fue el punto de arranque de una verdadera refundación, mas que renovación, del PSOE sobre la base de un liderazgo bicéfalo, como bifronte había sido el ataque contra la vieja dirección: ideológico a la vez que orgánico, político a la par que burocrático. Esa feliz combinación terminó en una larga fiesta de balcones en flor mientras se acumulaba la suciedad en los patios interiores. Hoy, cuando se han apagado todas las luces y las fachadas rezuman tristeza, no quedan más que patios oscuros, barridos por las linternas de los inspectores de Hacienda y de los jueces de instrucción. Nadie sabe lo que queda todavía por sacar a la calle aunque todos temen lo peor. El PSOE puede sencillamente desaparecer durante una temporada, engullido esta vez no por la anarquía sino por los escombros de la corrupción.

Ante semejante tesitura, un partido socialdemócrata de los de antes reaccionaria sometiendo a discusión el pasado y alentando la aparición de alguna plataforma que disputara el liderazgo a quienes lo han conducido a ese callejón sin aparente salida. Pero como en los partidos socialdemócratas de ahora sólo se debate el futuro y como el PSOE está organizado de tal manera que seca en su raíz la planta de la que podría germinar una candidatura alternativa, es literalmente imposible reproducir el debate ideológico y la estrategia, orgánica -que lleva a los refundadores al triunfo hace 22 años. A los militantes se les manda cerrar la boca y a los curiosos se les conmina a mirar hacia otro lado, mientras los dirigentes contratan los autobuses para el viaje a Suresnes con objeto de asistir a una nueva representación de la tragedia. Ayer, el liderazgo carismático y político entregado a González se combinó con el control burocrático y orgánico depositado en manos de Guerra; hoy, ante, el terror dé matar al padre, se reclama para él todo el poder mientras caen por el camino algunas de sus criaturas.

Y el coro se dispone a dejarse encandilar por esta fascinante versión de la gran ópera, sin caer en la cuenta de que las tragedias, cuando se repiten, son como farsas: enredos y tramoyas para aparentar y engañar.

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