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La blasfemia y el ciclista

La blasfemia es ley de vida. ¿No? Sabemos que Dios existe. 0 que Dios no existe: ¿pero qué sabemos de la blasfemia del ciclista como integrante de un ballet de piernas, pedales, manillares, cascos, cabezas giratorias y, a veces locas, que encandilan todas las sobremesas de España y de otros países que comen a las 13.00 horas y hacen hijos mientras Induráin se esconde, y mientras Rominger reza al sexo de su suegra y Olano sueña como un picapedrero de la ensoñación del triunfo? La blasfemia es un don de Dios cuando se cree en Dios; y ésto, porque despacha placer. ¿Pero qué es una blasfemia para un ciclista cuando le da la sed, cuando sueña con la señorita que le besó en el estrado de la llegada de fin de etapa, cuando piensa en Dios y no sabe si es Dios o la madre que lo parió? Vamos a suponer con nombres y apellidos si es necesario: Induráin es el blasfemador histórico, lo que pasa es que habla con monosílabos; Rominger blasfema si le pagan; Olano es un zorreras que cobra a través de su manager... Y cada ciclista del pelotón, no es que no cobre, no, es que da dinero para, después, contárselo a sus nietos.-

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