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Reportaje:

Las pirámides prohibidas

4.600 años después de construida, la necrópolis del faraón Esnofru se abre por primera vez al público

El próximo lunes 15 de julio, una de las más importantes necrópolis de Egipto abre sus puertas después de permanecer oculta a los ojos del mundo durante la mayor parte de este siglo. El motivo que las hacía inaccesibles: estaban situadas en los terrenos de una base del ejército, 30 kilómetros al sur de El Cairo. El Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto ha declarado ahora su apertura al público, después de décadas rodeadas por alambradas y torres de vigilancia.Tres imponentes moles de piedra se alzan sobre el desierto en Dahshur. Dos de ellas fueron levantadas por Esnofru, el primer monarca de la cuarta dinastía, hace 4.600 años: la pirámide de Bent, o romboidal, es única por su forma, y la pirámide roja, la segunda mayor de Egipto, es conocida por los tonos rojos de su piedra rica en óxido de hierro. La tercera, conocida como la pirámide negra, fue construida 750 años más tarde, durante el reinado de Amenernhet III.

Parte del complejo funerario de Dahshur fue excavado por primera vez en 1895 por el arqueólogo francés Jacques de Morgan. Desde entonces ha permanecido en el olvido. Hoy, pirámides y mastabas están siendo excavadas de nuevo por arqueólogos de tres países. "De Morgan sólo estaba interesado en los tesoros y los nombres de los reyes", dice Dieter Arnold, del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. No era para menos, pues Jaeques de Morgan encontró tesoros, y en abundancia: diademas, cuentas de collares de amatista, cinturones de oro, collares de oro que imitan ostras del Nilo. Pero el francés no halló entonces todo lo que allí guardaban las piedras milenarias. Hace casi dos años, Arnold encontró la momia de una reina junto a algunas de sus joyas. Su sorpresa fue mayúscula: "Estás tan acostumbrado a investigar tumbas saqueadas que no esperas encontrar nada", dice. El joyero de la reina contenía brazaletes, pulseras para los tobillos hechas de turquesas, lapislázuli y oro, y 6.150 piedras preciosas. Todos estos tesoros pueden verse ahora en el Museo de El Cairo.

El tercer milenio antes de Cristo fue la edad dorada de los constructores de pirámides. Y de todos ellos, Esnofru fue sin duda el más prolífico: construyó cinco, cuando lo habitual era que cada rey edificara sólo una. De ellas, sólo se conservan tres, la de Bent, la roja y otra pequeña dedicada al culto. Pero la obra del rey Esnofru se ha visto siempre oscurecida por la fama de su hijo y sucesor, Khufu. A él pertenece la estrella de estos monumentos egipcios: la mundialmente famosa pirámide de Gizeh, la de mayor tamaño de todas. Conocida también cómo la Gran Pirámide, ésta se ha convertido en todo el mundo en la marca de la casa de las pirámides de Egipto, algo que a algunos expertos estiman injusto. "Ya es hora de que el padre sea tan famoso como el hijo", afirma Zahi Hawass, director de antigüedades de Gizeh.

Para Hawass, "el padre fue más importante que el hijo". Esnofru, cuyo nombre significa "portador de la belleza", hizo traer para engalanar sus tumbas barcos cargados de madera de cedro de Líbano, oro de Nubia y turquesas del Sinaí. Se calcula que unos 20.000 hombres trabajaron durante más de 15 años para construir Bent y la pirámide roja. Los historiadores creen que la construcción de pirámides era una obligación religiosa, similar a la edificación de catedrales en la Europa medieval. "La tarea mas importante de un rey era construir su pirámide y su necrópolis", explica la egiptóloga Dina Faltings. De este modo, él y su gente tenían la garantía de una vida después de la muerte. Si la momia del faraón estaba protegida, su alma estaba protegida. "Trataban de asegurar su futuro construyendo las pirámides", concluye Faltings.

Las investigaciones de los expertos en las pirámides de Esnofru arrojan datos que cuestionan algunos de los tópicos cinematográficos al uso. Por ejemplo, el de las legiones de esclavos que en condiciones infrahumanas trabajaban de sol a sol bajo la amenaza cruel del látigo de los capataces.

Según los estudiosos, ni los trabajadores eran esclavos utilizados como animales de carga ni se les maltrataba sin piedad. Muy al contrario, eran artesanos expertos en su oficio, y el estudio de algunas momias de ellos revela que eran atendidos por médicos que arreglaban sus huesos rotos con tablillas y curaban sus lesiones.

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