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TOUR 96

Riis, el líder isotérmico

Carlos Arribas

En mitad del secarral siciliano -40 grados a la sombra- Bjarne Rlis consiguió en el Giro de 1993, ya con 29 años, el segundo triunfo importante de su carrera. El lunes helaba en la cumbre del Galibier que cruzó en coche, y en Sestriere no harían más de 5 grados cuando levantó los brazos ganador. Todo un derroche de isotermia y maduración tardía. Con tres años más y 35 grados menos, el danés calvo -"necesita una peluca para que le quede bien el maillot amarillo", dice riendo su antiguo director, Emanuele Bombini- se ha convertido en un potencial ganador del Tour.Hay quien dice, simplemente viendo su historial, que el líder del Tour es un mercenario en toda regla. En 11 años como profesional ha vestido ocho camisetas distintas de cuatro países diferentes. Empezó en Bélgica -Roland y Lucas-, siguió en Francia -Toshiba, Super U y Castorama-, cruzó los Alpes -Ariostea y Gewiss-, para terminar vadeando el Rubicón -Telekom-. Y vive en un país anodino -Luxemburgo- por las facilidades impositivas. Él mismo reconoce que un buen sueldo es siempre su objetivo. Pero hay algo más. Su carrera es la de un apátrida ciclista -aunque afirma que su gran ilusión es dar una alegría a "su pequeña Dinamarca", de la que se siente embajador-, que ha subido todos los escalones convencido de que podía. Su mayor orgullo en un principio fue ser gregario de confianza de Laurent Fignon, con el que coincidió tres años. Quemada esa etapa se convirtió en un hombre clave en la estrategia conquistaetapas del Ariostea. Con el equipo de Ferretti no sólo ganó una etapa en el Tour del 93, también terminó quinto, en la general final. Su cerebro entonces hizo clic. Se convirtió en un hombre Tour.

El año pasado, Riis terminó contrato con la Gewiss y José Miguel Echávarri intentó ficharlo para convertirlo en ayudante de Induráin. El danés le respondió que se lo agradecía pero que lo que él quería era ganar el Tour, no ayudar a nadie a ganarlo. Esa seguridad, mentalización, convencimiento o como se le quiera llamar es precisamente la mayor fuerza de Riis. "No sé si este Tour tiene un patrón, pero Riis cree que lo es él", dice Ferretti. Tras años de persistencia, por fin ha encontrado sin siquiera provocarlo lo que buscaba: un desfallecimiento de Induráin. El método del campeón danés, el extremo.

Al danés -32 años, cuatro meses más que Induráin- no le duelen prendas por ser un imitador. Mide 1,87 -un centímetro menos que el navarro-, pero sólo pesa. 72 kilos. En teoría debería ser un mediocre contrarrelojista y un mediocre escalador, pero se convenció de que podía ser bueno en todo. El ejemplo se lo dio la forma de ganar los Tours de Induráin. Se le metió en la cabeza ser tan bueno como el navarro en las contrarreloj y casi lo consiguió. Lo mismo con sus dotes en la montaña. Le falta, sin embargo, aprender otra lección: soportar la presión de llevar el maillot amarillo. Ayer por la mañana un enjambre de chavales le rodeó en la salida pidiéndole autógrafos. Riis, ensimismado, ni se dignó en decirles que no, hizo de autista. Un muchacho italiano se volvió enfadado gritando: "Merda de maglia gialla [maillot amarillo]. Forza Induráin".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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