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La abdicación de Pujol

Hasta Quebec se ha tenido que ir el Honorable President de la Generalitat para abdicar vergonzante de algunas de las responsabilidades intransferibles en que incurrió con ocasión del nombramiento del juez prevaricador Pascual Estevill Como vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). De modo coincidente, los enviados especiales a bordo de un catamarán de la fuerza naval correspondiente, engalanado con banderas canadienses, quebequesas y catalanas, han resaltado cómo durante una travesía de honor por el río San Lorenzo Jordi Pujol se ha negado a asumir las responsabilidades que le incumben en tan desgraciado nombramiento. El president catalán, olvidando el provechoso hecho diferencial, prefiere en esta ocasión apuntarse al denostado café para todos. Inteligente artificio, qué duda cabe, para escapar indemne, confundido entre la multitud de los grupos parlamentarios, embutido en el uniforme de camuflaje facilitado por la Guardia Montada del Canadá.En línea con otros celebrados escamoteos, propios y ajenos, mediante un hábil expediente de prestidigitación, ofrecido esta vez sobre el escenario quebequés, Pujol se ha apresurado a corregir los ecos contritos que le llegaban procedentes de Barcelona y se ha lanzado a encabezar sin titubeos el frente de rechazo decidido como siempre a eximir a la coalición que lidera, Convergència y Unió (CiU), de cualquier error por la designación del malhadado juez Pascual Estevill para el CGPJ. Algunos autores mantienen que el mote heráldico de Camilo José Cela -en este país el que resiste gana- sirve de antídoto a la inconstancia origen de muchas debilidades ibéricas, pero pasan por alto que también proporciona pistas de despegue para el cinismo más depurado. En efecto, hay que echarle tupé para afirmar impávido, como ha hecho Pujol, que el prevaricador Estevill "parecía el hombre adecuado y que actuaba sin conflictos con los demás jueces y con los fiscales de Barcelona y que si alguien tenía algo que decir en contra de su candidatura, debía haberlo dicho entonces y no ahora".

Reparemos en que si semejante argumentación quedara homologada serviría para eximir a los socialistas de las cuentas que tienen pendientes de rendir a sus votantes y a la ciudadanía toda a propósito de los golfos que lucieron sus colores y de los desfalcos que impulsaron alargando sus manitas. En lugar del honroso paso al frente del yo he sido todos se precipitan al ¿valen excusas, mi capitán? y bajo artificios de centrifugación, tinta de calamar y botes de humo se habilitan sistemas capaces de facilitar indulgencia plenaria a los Condes, Roldanes, De las Rosas, Giles, a quienes les designaron y a los demás cooperadores necesarios para los atracos que durante generaciones han consumado a los contribuyentes. Pero es que además la hipótesis de la ingenuidad de Pujol, de haberse visto sorprendido en su buena fe, es por completo inverosímil. Porque para entonces, mucho antes de su nombramiento como vocal del CGPJ, las prevaricaciones del juez Pascual Estevill ya habían alcanzado reconocido prestigio en toda Cataluña.

Como rueda de molino no está mal esa de que en todo caso en su momento el nombramiento de Pascual Estevill habría sido una equivocación compartida por todos ya que todos los partidos lo votaron. Por si fuera poco, la travesía del río San Lorenzo en el referido catamarán fue aprovechada por Pujol para advertirnos de que se reserva para cuando le convenga la información sobre quiénes presionaron a CiU para que forzaran la salida de Estevill del juzgado de Barcelona promocionándolo a un puesto en Madrid. Es decir, que había presiones e intereses para sacar al prevaricador. del juzgado y que Pujol las conocía. Llegados aquí conviene hacer nuestra la actitud ¿le aquel vascorro que interrumpió al predicador cuando tenía atemorizada a la feligresía con su truculenta descripción de los suplicios del averno diciéndole aquello de ¡señor cura si hay que ir al infierno se va, pero no nos acojone!

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