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TOUR 96

La camada fría

Los herederos: orientales, centroeuropeos, individualistas y soberbios

Carlos Arribas

Los herederos ya son enemigos y vienen del frío. Las lenguas románicas se baten en retirada ante el mismo viento ártico que soplaba a 100 por hora en la cima del Galibier y que llevaba consigo a una camada de ciclistas jóvenes, germanófilos, individualistas e irrespetuosos. Tras las etapas alpinas, cinco de los seis primeros de la general eran de países fríos, de Rusia, Dinamarca, Alemania, Austria y Suiza. Estaban colocados los viejos conocidos, los Riis, Rominger, Berzin y Olano, pero también los neonatos para el ciclismo, Luttenberger y UlIrich. De hecho, cuatro de los seis tienen menos de 27 años y disputan un Tour con aspiraciones por primera, vez. Son a los que se puede llamar la banda del Lutte, en honor a cómo llaman en su país al austriaco revelación Luttenberger. El calvinismo gana posiciones.Todos, Berzin, Olano, Luttenberger y UlIrich, tienen en común un individualismo exacerbado, una falta de respeto en la tradición, una creencia ciega en que el ciclismo nace y muere con ellos. Una curiosa mezcla entre una cuna eminentemente colectivista -la mayoría se han criado en las escuelas deportivas orientales, en las que la bandera que juraron simplemente escondía una competitividad tremenda- y unas aspiraciones puramente liberal-capitalistas. Los que no nacieron en escuelas deportivas lo hicieron en un entorno adverso, en una práctica diaria que les convencía entrenamiento a entrenamiento de que los únicos que creían en ellos eran ellos mismos. A todos, así, les ha faltado la escuela cultural-deportiva. Olano: "Mi animal preferido es el lobo".

Si duros y fríos son los de la generación intermedia, los del 70 -Olano, Berzin-, pedernales congelados parecen los más jóvenes. UlIrich tiene sólo 22 años y Luttenberger, 23. Los dos brillaron en la Vuelta a Suiza.

El primero forma parte de la force de frappe del Telekom, pero no tiene alma de gregario. Trabajará para Riis, pero al mismo tiempo le recordará cuantas veces pueda que fue campeón del Mundo aficionado en 1993. Y lo hará guardándose fuerzas para sí mismo.

Más claro es el ejemplo Luttenberger. Todo aquel que no conozca a este austriaco debería pensar que estando en el Carrera, su vida ciclista debería ser un ejemplo de veneración a sus antiguos, Chiappucci y Pantani, con quien guarda una cierta similitud física -cuerpo de, escalador: mide lo mismo, 1,73, aunque no es tan delgado-, pero no. "Yo soy una persona libre en el equipo, sin ninguna responsabilidad. Estoy para aprender". Una cantinela que todos repiten y que también modifican según pasa el tiempo. "Pero no tengo ningún líder por delante Chiappucci no es nada. Es un personaje ordinario a quien no debo nada. Nunca me ha ayudado".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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