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"No encontré el cáliz y me enfadé" alegó el profanador de la Almudena

Jan Martínez Ahrens

El jueves llegó desde Sevilla en un Seat Panda, aparcó en la calle de Arrieta y saqueó como un poseso la catedral de la Almudena. Rompió una vidriera, derribó tallas sagradas, destrozó un altar de la cripta y machacó una colección de grabados regalados por el Papa al vicario episcopal -con obras de Chillida, Naranjo y Canogar-. Todo eso hizo Nicolás V. F., de 40 años, y sólo dio una explicación: "Quería quedarme con el cáliz, y como no lo encontré, me enfadé". Así lo declaró a la pareja de la Policía Municipal que le detuvo. Luego, en comisaría, se negó a hablar. Sólo lo haría, dijo, ante el juez.

El saqueador (véase EL PAÍS de ayer) aparcó su coche, según la reconstrucción policial, muy cerca del templo. Lo hizo, presumiblemente, a la hora de comer. Luego se dirigió a la Cuesta de la Vega. Desde allí saltó una tapia que da a la vicaría, un edificio de dos plantas contiguo a la catedral.Una vez en el despacho del vicario, Nicolás desató su furia. Cogió la colección de 12 grabados regalados por el Papa -valorada en al menos dos mollones de pesetas- y los agujereó con saña. También desparramó todos los papeles que encontró a su paso, rompió el cristal de una mesa de recibidor, arrancó un teléfono y forzó los armarios. Ni siquiera se libraron los vídeos de contenido religioso ni los archivos ni el material informático. Acabó con ellos a golpes e incluso mordiscos.

Acto seguido, siempre según las primeras versiones, pasó al patio trasero de la vicaría, que linda con los muros de la catedral. Atravesó el estrecho pasillo de piedra que separa el templo de la vicaría hasta alcanzar una vidriera, situada a unos dos metros del suelo. Luego escaló, se aseguró de que no se oficiaba misa y rompió la vidriera.

Al descolgarse al interior del templo se estrelló contra un calvario del siglo pasado, tallado en madera. Sólo la Virgen quedó intacta. El Cristo crucificado se partió por las piernas y la cruz por el nudo. Después se dirigió a la cripta, donde destrozó los ornamentos de un altar.

Fue entonces cuando, en plena vorágine, dos mujeres que colaboraban en la limpieza del templo oyeron los ruidos. Salieron en busca de ayuda y encontraron a un agente municipal de tráfico en la calle de Bailén. El policía avisó a una patrulla. Los agentes entraron a las 16.00 por la puerta de la cripta -en la calle Mayor- y sorprendieron a Nicolás oculto en, el fondo de la cripta. No ofreció resistencia. Al ver que se había lesionado -presumiblemente al descolgarse de la vidriera- los agentes le llevaron a una casa de socorro. Y de ahí, a las 19.00, a la comisaría de Latina, donde se negó a declarar. Al ser detenido, Nicolás V. F. sólo llevaba 4.560 pesetas en los bolsillos. Carece de antecedentes.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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