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Reportaje:Paisajes de guerra con Chechenia al fondo / 5

Fronteras movedizas

Los combatientes chechenos pasan sin dificultad a las zonas bajo control de los soldados rusos

Contrariamente a lo acaecido en Bosnia, en donde la penuria de toda clase de alimentos y bienes de consumo agravaba las condiciones del asedio, Chechenia permanece en lo esencial bien abastecida. A lo largo de las carreteras estrechamente vigiladas por el Ejército ruso, y en especial en los pueblos y encrucijadas, se alinean tenderetes y puestecillos de venta de muy diversa índole: redomas de gasolina, piezas de recambio, neumáticos usados, quioscos de refrescos, carnicerías, mesillas con frutas y verduras, innumerables despachos de cerveza, vodka y cigarrillos. La plétora contigua a los puestos de control -fortines acolchados con sacos terreros, nidos de ametralladoras- produce en el ánimo del forastero una engañosa impresión de normalidad.En los barrios menos derruidos de Grozni y sus calles cenagosas o inundadas por las recientes lluvias -toda la red de alcantarillado, como el suministro de agua, han dejado de funcionar-, el espectáculo es el mismo: compraventa de artículos de muy amplio registro, merced a la cual los chechenos sin trabajo ni brújula, que han optado por la resistencia pasiva, sobreviven a la dureza de la ocupación.El hormigueo del mercado de Grozni es el de las ciudades provincianas de Anatolia e Irán: los jóvenes cambistas agitan fajos de dólares;_la multitud fluye entre los chamizos de comida y refrescos, bordea las casetas de venta de vídeos, radios, cintas y magnetófonos, discute en torno a los rimeros de cartones de cigarrillos americanos, se arremolina y regatea los precios de pantalones, chaquetas, faldas y blusas de confección turca. ¡Mi acompañante me muestra un paquete de magdalenas oriundo de España! Todo el mundo carga con bolsas de plástico Oakland, Mens Wear. La mezcla y agitación del lugar imanta asimismo al hampa local y los malsines del Gobierno títere. Durante el recorrido, registro mentalmente la traza de un notable de rostro bulldog vestido de mafioso (¿o será al revés?), tocado con un blanco, alcaponesco sombrero flexible, que susurra- órdenes bancarias (o de otro tipo) con el teléfono celular pegado al oído.¿Realidad o, espejismo?

Esta misma pregunta acucia al visitante, adormecido por la visión del trajín diario y el paisaje idílico de las zonas supuestamente "pacificadas". La innumerable sucesión de controles en las carreteras que llevan EL Grozni garantizan, según la televisión estatal, la normalización gradual de la vida. En mis trayectos por distintos distritos de Chechenia he topado con toda suerte de barreras y pasos, por entre los cuales los vehículos civiles deben colarse en zigzag: bloques de cemento disuasorios, piedras, postes metálicos, caballos de frisa, alambradas, vigas, troncos de árbol, orugas oxidadas de tanque. Las credenciales son examinadas con lupa y el maletero del automóvil inspeccionado en cada alto. Tan formidable dispositivo, ¿cierra herméticamente la entrada de los combatientes chechenos a las "zonas seguras"?

Nada más lejos de la verdad. El Ministerio de Defensa ruso no paga sino con meses de retraso el sueldo de las unidades de oficio y éstas viven con frecuencia de expedientes, soborno y pillaje. En las vías principales, los soldados venden a los chechenos, el petróleo de sus tanques y, en áreas menos visibles, sus fusiles ametralladores, armamento y munición. Las fronteras son permeables, cambiantes: los militares, que temen un asalto nocturno de los guerrilleros, pautan con las aldeas vecinas y levantan las barreras de control. Ello aclara la facilidad con que los indoependentistas se infiltran en ciudades "seguras" como Gudermés y Sernovodsk, obligando al Ejército a cercarlas de nuevo y reconquistarlas con un diluvio de fuego a costa de una ingente destrucción. En el propio Grozni, la situación es insegura: el 2 de junio estalló una mina al paso de un blindado y cuatro soldados perdieron la vida. Seis días más tarde escuché el tableteo de ametralladoras y violentas morteradas cuando anochecía: dos rusos más, caídos en un oscuro enfrentamiento con la guerrilla o, según oirás fuentes, por los disparos de la policía chechena oficialmente aliada con ellos. A veces, son los componentes ole la dotación de un tanque quienes tiran, al aire para amedrentar a la población o abaten a civiles, sin razón alguna, bajo los efectos del alcohol. Como verificaré varias veces durante mi estancia, unas cuantas botellas de vodka son el mejor salvoconducto para penetrar en las zonas prohibidas.

"Las aldeas y poblaciones nominalmente controladas y evacuadas por el Ejército pasan discretamente a manos de los independentistas", me dice el comandante Ruslán Nasredtinov, uno de los tenaces defensores del pueblo de Góiskoye durante su largo y devastador asedio. "A menudo, los rusos vueIven a asegurarse del orden reinante y quienes les acompañan y tranquilizan son los propios militares independentistas, temporalmente reintegrados en la vida civil. Cuando cesan los combates en las áreas que llaman pacificadas, nuestros guerrilleros regresan con las armas a sus casas y quedan en situación de disponibilidad hasta que reciben la orden de reagruparse y luchar".

Nuestra entrevista se efectúa en Kularí, el día siguiente a la ceremonia del zikr, a la que asistí por mediación del ex fiscal general de Chechenia y jefe de la delegación que firmó los acuerdos de alto el fuego del 30 de agosto de 1995, Osmán Imáiev. Ruslán y su colega Yacub -que ha perdido 50 familiares desde el inicio de la guerra, 17 de ellos "desaparecidos"- son dos murids (miembros) del wird (rama) de la cofradía kadiri de Kurita Haxi: ambos visten de paisano, con tejanos y túnicas oscuras, van con la cabeza cubierta con gorros de la tarika (cofradía) y calzan zapatos de deporte. Yacub, cuya poderosa barba negra y ardor en la ejecución de la ceremonias sufí llamaron mi atención, me expone a su vez la situación en la Chechenia "pacificada" mientras compartimos mesa y manteles: en realidad, un pan amazacotado y queso de oveja.

"Los rusos buscan un entendimiento tácito con las aldeas. Por ejemplo, nunca han puesto los pies aquí. En' verdad, conviven con una administración independentista. Hay unos cuatrocientos poblados en Chechenia. Si quisieran conquistarlos y gobernarlos todos, ¿cuántos años necesitarían? Sólo si advierten una gran concentración de guerrilleros, como actualmente sucede en Shalí, sitian al pueblo o ciudad y proceden a operaciones de castigo, para dar un ejemplo a las aldeas vecinas. Creen que así exterminan a quienes llaman "terroristas", pero nosotros cruzamos de noche sus filas y nos instalamos en otro lugar.

"En Góiskoye emplearon la artillería, helicópteros y aviones, se sirvieron de armas prohibidas. La población civil huyó y los combatientes aguantamos más de un mes de cerco: del 4 de abril, al 8 de mayo pasados. Por fortuna, muchas bombas no explotaron y las recuperamos para utilizarlas como minas contra sus blindados. También ellos sufrieron muchas bajas".La cifra aproximativa de militares rusos caídos en acción es controvertida y quiero conocer su cómputo personal.

"Nadie puede responder con exactitud, pero hay que multiplicar a lo menos por cinco la cifra oficial de 2.500. En la mayor parte de los casos los entierran en fosas comunes para no soliviantar a la población como ocurrió durante la guerra de Afganistán. A otros los llevan a Rusia en frigoríficos o son devorados por los perros.

"El 90% de, los generales no ocultan sus simpatías comunistas y truenan contra Yeltsin. Todas las banderas que ondean en sus bases y puestos de control lucen el rojo de la URSS, no los colores de la Federación. Nosotros jugamos con ellos como el torero con el toro: les capeamos y, si podemos, clavamos las banderillas. Quienes las han pasado negras en Afganistán, como el general Brómov, se oponen a esta guerra. Son reses que han adquirido experiencia y no quieren dejarse torear".

El jueves 6 de junio compruebo de nuevo la precariedad del dominio ruso en los distritos del llano oficialmente bajo control. Después de atravesar una zona ordenada, con policías del gobierno prorruso, nos aventuramos en una tierra de nadie, con los consabidos puestecillos de venta de gasolina y refrescos, en la que los aldeanos vacan a sus ocupaciones.Cuando llegamos a Aleroi, un grupo de soldados independentistas nos escoltan al domicilio de Junkar Pashá Israpilov, jefe del frente sureste que, con Ruslán Geláyev, jefe del frente suroeste, y Shamil Basáiev, jefe del frente central, componen el Estado Mayor de Aslán Masiádov, jefe de las Fuerzas Armadas chechenas y negociador del acuerdo de Nazrán el 10 de junio. Junkar Pashá es un hombre aún joven, delgado y de aspecto frágil, de rasgos regulares y expresivos. Lleva el brazo izquierdo vendado y nos invita a pasar a una habitación con uno de sus adjuntos: un adulto de ojos verdes, investido de la belleza agreste, tan común en Turquía, de algunos habitantes del Cáucaso.Me dicen que es usted el jefe del frente sureste, le digo. Pero acabamos de llegar a su encuentro sin obstáculo alguno. ¿De qué clase de frente se trata? Hay una pausa durante la. cual nos sirven el té."Tenemos la orden del presidente Yaridarbiev de interrumpir todas las acciones militares mientras duran las conversaciones militares de paz".(Me muestra la orden)."Pero los rusos siguen disparando", añade. "Esta misma noche bombardearon la aldea con su artillería. Anteayer, la aviación atacó a Bachi Yurt y Gansolchi, dos pueblos de nuestra zona. Y diariamente realizan vuelos rasantes con helicópteros, pero nuestra gente no responde a estas provocaciones ni a las de los mercenarios al servicio de Rusia"."Yeltsin se vale de todos los medios de propaganda a su alcance para motejarnos de fanáticos, fandamentalistas y bandidos. De este modo, Europa se cruza de trazos y se aprovecha de los beneficios que le procuran el desmembramiento y subasta de la URSS"."Nosotros sólo pedimos la independencia, el derecho de elegir a nuestro presidente y constituir un Estado pobre y pequeño, pero libre. Un Estado de ciudadanos, independientemente de su origen étnico. Pasé dos años en Astrakán, entre rusos, y no admitiría ninguna persecución contra ellos si aceptan vivir en paz con nosotros. Mas, si prosiguen la guerra, guerra tendrán. Emplearemos todas las armas para defendemos. No aceptaremos jamás su tutela.

"Nos quieren imponer su cultura y costumbres, violan sin recato los derechos humanos. Desde niños, nos habían inculcado en la URSS el odio al nazismo y nos aguerrían contra él. Pero ahora descubrirnos que el nazismo se ha infiltrado en la Federación Rusa y su Ejército. ¿Cómo calificar al presentador de la televisión estatal que en la hora de mayor audiencia entrevista a dos voluntarios que exhiben orgullosamente orejas cortadas de combatientes chechenos?"

"La guerra corre el riesgo de propagarse al resto del Cáucaso. Si no podemos proseguir la lucha en nuestro suelo, la extenderemos fuera. No soltaremos las armas hasta que nos devuelvan la libertad y la tierra".

"Diga usted bien alto en su país que somos musulmanes que luchan por serlo desde hace doscientos años. Todos los soldados a mi mando defienden un ideal: vivir libres, conforme a nuestras tradiciones y leyes".

El tema de la conversación recae otra vez en el número de bajas del enemigo.

"Quieren engañar a la opinión pública y ocultan las cifras reales. En Shiri Yurt, distrito de Shatoi, existe un crematorio para incinerar a los cadáveres. No los entierran, los queman. 0 los envían en frigoríficos a Rostov (un artículo del enviado especial de Libération a esta ciudad rusa confirma este extremo. Véase Les soldats inconnus de la guerre de Tchéchenie, del 12 de junio). En la última operación relámpago en Grozni, la cifra oficial de 89 muertos disfrazaba la real: más de trescientos".

"Los soldados de reemplazo tienen miedo y se rinden sin luchar. Hemos capturado a uno de ellos tres veces y las tres veces le soltamos. Cada vez llora y maldice a sus jefes, pero no tiene el coraje de desertar. Nosotros, en cambio, no obligamos a nadie a permanecer en nuestro ejército: quien quiera volver a la vida civil puede hacerlo cuando le dé la gana".Antes de despedirse de nosotros, Junkar Pashá Israpilov me dicta una lista de aldeas y poblaciones arrasadas -Stari-Achjoi, Oréjovo, Góiskoye, las tres en el distrito de Achjó-Martán; Serzhen Yurt, distrito de Shalí; Zonaj, en el de Shatoi- y me convida a visitarlas, a comprobar de visu la saña y crueldad de su devastación.Góiskoye es un buen ejemplo de la política de tierra quemada, heredada de los regímenes zarista y soviético, para someter a los chechenos. Hasta hace unos meses vivían en el pueblo 300 familias, esto es, alrededor de 1.500 personas. El asedio iniciado el 4 de abril para capturar a un destacamento guerrillero -el encabezado por Rustán Nasredtirov y Yacub- duró 35 días. El Ejército utilizó la artillería, aviación, helicópteros con lanzacohetes Grad y Huracán, bombas de fragmentación. Hay cráteres de 6 metros de diámetro y 3 de profundidad: la mezquita fue descuajada de golpe. No queda una casa en pie: sólo paredes, edificios desventrados, trozos de tela metálica residuo de la ignición. Mientras vago por el pueblo, diviso los restos de autos desguazados, montañas de escombros, cables retorcidos, un tractor calcinado, un sombrero, una nevera sin puerta, una tetera rota, un manual de literatura rusa, jirones de alfombras, marcos de puertas y ventanas, batería de cocina acribillada y dispersa.Ahmet Basiev, un hombre mayor de aspecto campesino, vive en los restos de lo que fue su casa, bajo un saledizo con unos muebles truncos y alfombras."Ésta es mi riqueza, dice esforzándose en sonreír. Rusia mostró su potencia aniquilando a familias enteras, cebándose en mujeres y niños. Tanta barbarie merecería el castigo de un Gengis Kan".Mientras hablamos, tres helicópteros sobrevuelan la zona, como buitres en busca de carroña.Hierbas y arbustos, rosales colmados de flores, cubren piadosamente el escenario de la desolación.

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