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TOUR 96

Los 'sprinters', víctimas de su propio negocio

Carlos Arribas

No sólo escaladores de rodillas doloridas tienen derecho a quejarse. También sus propios verdugos caen como víctimas. Si fugaz es la vida deportiva de un sprinter, si más fugaz es aún su aparición en las carreras -apenas un kilómetro de trabajo por etapa, incluidas metas volantes-, apenas es como un rayo de sol en mitad de una tormenta su presencia física en las carreras. Y en las grandes vueltas no dejaría de ser anecdótica esta circunstancia si no fuera porque acaparan el protagonismo con la misma voracidad con la que se disputan los triunfos. Ya tienen tanta prisa que la mayoría ni siquiera espera a que termine su terreno abonado para hacer las maletas y abandonar. Parece que cada vez están dispuestos a pasar menos penalidades. La lluvia y el viento no son para ellos, kamikazes sólo en los últimos metros. Su propio negocio -estar en todas partes, todo el año y siempre con su cara más brillante- acaba devorando su faceta más deportiva.El miércoles, el malhadado Zanini se bajó de la bicicleta antes de que terminara la etapa. Evitó, quizás, verse involucrado en la caída que le costó la continuidad a Svorada, quien, pese a sus habilidades de equilibrista -fue jugador de hockey sobre hielo antes que ciclista- no pudo eludir la rueda que le metió por detrás el joven aprendiz Traversoni. Son los riesgos del oficio. El componente de su especialidad que les permite ser objetos buscados como el oro, y pagados casi tanto. Y que les da libertad para otros lujos.

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Jornadas de castigo

Oficialmente víctima de una gastroenteritis febril -el mismo mal que Miranda-, el rey del asunto, Mario Cipollini, no tomó ayer la salida. Algunos testigos en su hotel dicen, sin embargo, que fresco como una rosa, Cipollini dio su conformidad al motivo escrito por el médico de su equipo. Mal cuadra esa versión: todos los datos y la lógica querrían al rey león de las llegadas: la etapa de ayer terminaba más cerca de Italia que la anterior; era un recorrido llano que se preveía acabaría en sprint; el asunto del culotte rojo estaba a punto de dar su última explosión publicitaria -los comisarios, cansados de multarle a diario, habían dado parte a la UCI del asunto-; y su preparación para los Juegos de Atlanta, su gran objetivo, no se ve favorecida con una retirada tan temprana; los técnicos calculan que le serían necesarios otros diez días de competición por lo menos.Después de todo, quizás la misma astucia que luce en las llegadas, Cipollini la ha ejercido con más rapidez que sus rivales. A fin de cuentas, a partir de hoy se acaban los sprints. Cipollini se ha ido con una victoria y con menos etapas duras en sus piernas que los otros locos de la velocidad. De todas formas, Blijlevens, segundo en dos etapas antes de ayer, se lo habrá agradecido.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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