Qué dura es la cabeza los días sin cuestas
Tony Rominger, el antaño amante de etapas frías, lluviosas y ventosas, está harto ahora de los recorridos nordistas. Hace unos años, habría intentado armarla aprovechando las circustancias que se viven estos días, pero el paso del tiempo le ha hecho también cambiar de valores. Ha madurado."Estar en cabeza durante una etapa de éstas es obligatorio para evitar peligros y cortes inesperados, pero también es muy duro y difícil", dice mientras se pone el impermeable Miguel Induráin, cuya gran envergadura y el carácter de líder fáctico le aligeran un poco la tarea. "Todo el mundo quiere estar delante y no cabemos todos. Así que para mantenernos no nos queda más remedio que trabajar, ponernos de vez en cuando cara al viento y dar relevos".
El ratón Rominger lo tiene más difícil para moverse en ese mundo de rodadores que se juegan todo el Tour -premios en las metas volantes, bonificaciones, escapadas de escaparate y sprints finales- en seis etapas, pese al impresionante trabajo que hacen en su beneficio Olano y Museeuw.
Momento fatídico
El primer día, cansado de ir para adelante y salir rebotado hacia la tripa del pelotón como si contra un muro chocara de cabeza, consideró que lo peor había pasado y a falta de cuatro kilómetros se relajó. Momento fatídico eligió: justo entonces, con viento lateral, se produjo un corte que le costó nueve segundos. "No pasa nada, por nueve segundos no se pierde el Tour", tuvo que decir para dar ánimos a sus propios compañeros, de equipo, que se sintieron muy afectados por la pérdida.El día siguiente, el lunes, Rominger fue el primero entre los grandes favoritos en cruzar la línea de meta. Pero, ironías, eso le enrabietó aún más. "Cuando voy relajado y tranquilo, se producen cortes, y para un día que me la juego para entrar en cabeza, entra todo el pelotón pegadito y no hay cortes".
Cuando el sábado todo esto termine -las carreteras estrechas, la lluvia, el viento-, será el momento de la venganza. Entonces quien no tendrá piedad de los rodadores serán los escaladores y los hombres fuertes. Se acabará el sufrimiento tonto, no sólo para Rominger sino también para todos los que comprueban día a día qué dura es la cabeza.
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