Bossi el Campeador
Italia es un país de contrastes. Fascinante y sorprendente. También desde el punto de vista político. Toda una clase -y en parte un sistema-, de la derecha a la izquierda, ha sido, políticamente, liquidada en un corto lapso de tiempo. Italia -que es un país de regiones muy diversas- puede proporcionar sorpresas que van de lo relativo a lo absoluto. Por ejemplo, puede ocurrir que la famosa, estrella Berlusconi, que en Sicilia obtuvo el 32% de los votos en las elecciones generales de abril de 1996, quede reducida al 17% en las regionales sicilianas celebradas este mismo mes de junio. En estas últimas, un tercio de la población votó por uno u otro de los cuatro partidos de color demócrata-cristiano, lo que significa, como señala Peru Egurbide, que Sicilia vuelve a sentirse de tal adscripción política. Por primera vez podrá haber en la isla un Gobierno regional ideológicamente contrario al central de Roma, que sólo recientemente ha abandonado la sempiterna costumbre de ser democristiano, Quién sabe si estas peculiaridades sicilianas no marcarán el inicio del retorno de la clase política y sistema supuestamente laminados.Pero Italia, seductora, puede proporcionar también fenómenos sorprendentes como el que encarna otra estrella, Umberto Bossi. ¿Ascendente o descendente? Bossi, máximo dirigente de otro peculiar movimiento, la Liga Norte, con cierta (¿o incierta?) implantación en algunas regiones septentrionales absolutamente distintas de Sicilia en lo que modos, costumbres y desarrollo económico se refiere. Antes de los comicios municipales del pasado 9 de junio -en los que su movimiento ha perdido (¿sorprendentemente?), entre otros menores, los ayuntamientos de Mantua, Lodi y Pavía- Bossi, de maneras ásperas, roncas y vehementes, escenificaba agresiones verbales a los periodistas que cubrían sus mítines. Arropado por un mar de militantes uniformados con camisas verdes, gritaba raus!, así, en alemán, con ánimo de expulsar a los informadores considerados inamistosos.
Ahora bien, después de obtener en Mantua, sede del autoproclamado "Parlamento del Norte", sólo el 14% de los sufragios, frente al 42% del centro-izquierdista Olivo, o el 23% .del centro-derecha que representa el llamado Polo de la Libertad, la imponente realidad contribuye a modificar los esquemas. Entonces, el líder manifiesta que "la gente tiene miedo a lanzarse a la secesión" o que "no ha sabido aguantar los nervios" en las elecciones municipales. ¿Servirá a partir de ahora la parafemalia de Bossi el Campeador? Los símbolos muchos de ellos histriónicos, como el líder, y huecosimaginados, creados y recreados desde hace una década en que la Liga comenzó su andadura ¿ayudarán o serán contraproducentes de cara a "la secesión"?
Esa gran explanada de Pontida, donde Bossi gusta tanto de ser fotografiado envuelto en la bandera cruzada de su formación mientras navega, (entre dos aguas), nada y tiende la ropa en loor de liguista multitud, aupado al paraíso desarrollista del Norte que desprecia al ínfimo Sur, esa Pontida -buque insignia del movimiento-¿Para que sirve ahora? Campea estos días el líder de la Padania -cliché inventado a partir de esa rigurosamente hermosa, brumosa, interminable llanura del río por vericuetos dificiles. Ha constituido un "Comité de Liberación de Padania" e incluso formado un denominado "Gobierno Sol", señal inequívoca de que las nieblas padanas hacen evocar imágenes contrapuestas a los "gobiernos en la sombra". Uno de los colaboradores y portavoces del Campeador, Roberto Maroni, ex ministro en el (!ya antiguo!) Gobierno de Berlusconi, evoca la separación de la República Checa y Eslovaquia como ejemplo para Italia y Padania.
Anthony Lewis, del New York Times, da en el clavo. Si los padanios le han leído estarán descompuestos, porque las mesnadas del Campeador carecen de sentido del humor. Dice Lewis (y la traducción del inglés evapora parte del impacto) que resulta algo difícil tomarse todo esto en serio: "Padania suena a un país en el que Groucho Marx gobernaría". Hay que recordar que en una de sus películas, "Sopa de ganso", Groucho Marx era dictador de esa Freedonia, película cuya exhibición, por cierto, Benito Mussolini, otro italiano sui generis, prohibió en Italia, país -decíamos al principio- de evidentes contrastes.
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