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Noticias Iocales

Juan José Millás

Hay cosas que no sabe uno si acontecen en Madrid o en España. El lamentable espectáculo del Presidente de China con el peine ha salido en todas partes como una noticia nacional, incluso internacional, cuando desde algún punto de vista, tan respetable como otro cualquiera, se trata de un suceso local. No es fácil, en fin, establecer los límites de la realidad. Para algunas potencias (véase Alemania) la violación de los derechos humanos en China constituye un problema global, igual que la economía de mercado, mientras que para otras no es más que un conflicto doméstico, de ahí que no se interesen por él, o lo hagan de un modo sumamente discreto, entre un par de preguntas irrelevantes:-¿Qué tiempo hace en Pekín, Jiang Zeming?

-Estupendo.

-¿Y los derechos humanos cómo van?

-Así, así, pero una parte de la población se enriquece a costa de la otra y vamos construyendo el socialismo, que es lo que importa.

-Llevas razón.

Uno cree que el pueblo de Madrid, cuyo alcalde recibió al señor de los peines, tenía que haberse preocupado por los derechos humanos de aquel país corno si fueran cosa nuestra. En lugar de eso, Álvarez del Manzano le pidió un panda de peluche para el Zoo. Se podría. argumentar que los pandas de peluche disfrutan en China de todos los derechos humanos reconocidos por la ONU [aquí también] pero no es eso, no es eso. Así que aunque todo este zafarrancho haya pasado por un acontecimiento nacional, nosotros hemos quedado heridos localmente por la falta de curiosidad humanitaria de nuestros representantes y la mala educación capilar del presidente de aquél país a cuyas ejecuciones sumariales asistimos con tanta frecuencia en el telediario.

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Lo que demuestra que hay cosas. que pasan en un sitio y duelen en otro, de ahí que no sepa uno si adscribirlas al lugar del dolor o del suceso. Un acto impuro, por ejemplo, aún estando perfectamente localizado en un sujeto con nombres y apellidos, le hace más daño al cuerpo místico que a él. Porque todos tenemos una parte que no nos pertenece. Esto se ve más claro en las abejas que están dotadas cada una de un estómago social en el que almacenan la miel destinada al comsumo colectivo. Si uno de estos insectos abre fraudulentamente la puerta. de ése estómago y traspasa al suyo propio una porción de néctar, el robo, por más que lo parezca, no se inscribe en el ámbito del individuo, sino en el del grupo. Madrid posee, como las abejas, un aparato digestivo que pertenece a toda España. Por eso, las comparecencias de Vera o Barrionuevo, aun sucediendo aquí, no nos afectan en exclusiva: por eso aparecen en las páginas de Nacional.Pero la vida está llena de sucesos fronterizos, que no sabe uno muy bien dónde encajar. La noche de San Juan, por ejemplo, se encendieron sin venir a cuento las luces del Valle de los Caídos, y los pobres automovilistas que viajaban por la A-6 creyeron que estaban frente a una experiencia paranormal. Es muy fuerte que te dirijas a Segovia tan tranquilo para cenar un cochinillo con la familia y de súbito se te aparezca una cruz de gran tamaño en medio del firmamento. Ese suceso, en mi opinión, no es local ni nacional ni internacional, o sea, que se trata de una cosa de marcianos. Sin embargo, lo dio este suplemento madrileño, cuando lo lógico es que hubiera ocupado las primeras páginas de The New York Times. Otra contradicción es que la Cruz, con momia y todo, pertenezca al Patrimonio Nacional, cuando debería ser declarada propiedad. de la Vía Láctea al objeto de repartir el dolor que produce su visión, incluso apagada, entre el mayor número de seres posible. A ver si hay suerte y la privatizan dentro del mis mo lote de Argentaria.

Eso sí que constituiría una alegría local para todos los madrileños como Dios manda. Eso, y saber que al tal Jiang Zemin se le ha caído el pelo, así que en la próxima visita no podrá sacar el peine en el momento más intempestivo para cardarse los derechos humanos delante de todo el pueblo de Madrid. En cuanto al panda de peluche, que se lo coma, con patatas. Y que le aproveche.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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