Indurain y el Tour, sexto capítulo
Ausencia total de novedades en el entorno del corredor español ante su gran reto
"El Tour engancha". Dicho por Miguel Induráin, hombre que suele dar poco significado a sus breves palabras, tiene su importancia. A estas alturas, el gran personaje parece poco afectado por la trascendencia que rodea cada uno de sus actos. Induráin no habla del sexto Tour. Habla del Tour. Habla en sentido general. No particulariza. No hay un gran reto a la vista, ni a oportunidad de poner fuera e su alcance a los grandes de otros tiempos, ni la posibilidad de establecer una marca histórica. Induráin no empieza , una nueva obra: inicia el sexto capítulo de su obra. Lo sucedido en los últimos cinco años se mezcla en su memoria, forma parte del mismo recuerdo. Como las montañas; todas las ha dominado, pero no recuerda exactamente cuándo, en qué año.Miguel Induráin es el único ciclista que cuando habla del Tour lo hace de forma placentera. No hay un gesto de cansancio, no se le aprecia exceso de responsabilidad. No hay grandes adjetivos en su vocabulario. Ha llegado puntual a su cita, a la carrera que domina, la que justifica su existencia como gran deportista. Así que disfruta con su papel. Está a gusto. En su carrera. El Tour. Por eso dice que engancha: cada Tour es un ciclo invariable de su vida y al final está la victoria, la culminación.
Ninguna novedad altera las horas previas. Su entorno lo confirma, sin negar cierta sorpresa. Él es el mismo de siempre, está fino, listo, dio hace 15 días el visto bueno a su preparación. Ha sondeado a todos sus rivales en las últimas fechas y ninguno parece preocuparle de forma especial. No se refiere a ellos. Alguna vez, algún comentario sobre Rominger o Zülle. Se ha cortado el pelo como parte del ritual y atiende al ceremonial con la paciencia que le caracteriza (siempre una sonrisa, siempre un buen gesto, siempre una atención con el pequeño chaval que le pide un autógrafo entre un pelotón de cámaras nerviosas)..
"Estoy bien"
Tras casi una hora de conferencia de prensa, Induráin se extiende en breves manifestaciones con un común denominador: no hay novedad. Todo empieza con un "estoy bien", para seguir con un "me gustaría tenerlo todo casi resuelto para la etapa de Pamplona" y continuar con un "los tres días de los Alpes pueden ser decisivos" Induráin no pone ningún énfasis en sus palabras. Reconoce que ha preparado algo más la montaña que la contrarreloj y que no tiene ninguna previsión para la prólogo de hoy. De sus rivales, apenas alguna mención protocolaria: "Lo que yo haga depende de ellos".
Situado en el epicentro del ciclismo, él habla del Tour, de su Tour, mientras que el resto del universo se empeña en averiguar si será posible que haga lo que hasta ahora no ha conseguido nadie. De cualquier manera, cuando un deporte vive bajo los efectos de un gran dominador, todo se simplifica. En las horas previas no hay juego especulativo, no hay cálculo de posibilidades, no hay referencias. Allá donde alcanza la memoria está Induráin, el único ganador de un Tour en activo, el verdugo de tres generaciones. Los especialistas se refieren a sus hipotéticos rivales en un tono secundario, con la duda por delante, sin certezas. A Rominger se le recuerda que en el ciclismo moderno no hay ganadores con 35 años. Jalabert está en conserva desde su retirada en la Dauphine Libéré; en 48 horas pasó de ser el rival por excelencia a un digno competidor que no ha logrado resolver su inferioridad en la contrarreloj y en la alta montaña. De Zülle se sospecha falta de solidez, carácter para las grandes empresas y los grandes desafíos. A Riis no se le ha visto y a Berzin se le ha visto demasiado. Y el problema está en que no hay una joven promesa en el horizonte, un aspirante sin contrastar que permita una apuesta más desenfadada. Todo lo más, Abraham Olano.
Así que la caravana del Tour se mueve a la expectativa. Todos miran a Induráin y esperan que se exprese en la carretera, donde habla abiertamente. Si habla con mayúsculas, en plural mayestático, sus rivales buscarán cobijo. Si le tiembla la voz, habrá una dura pelea por una victoria que tendría doble valor. Induráin obliga a la simplicidad.
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