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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mafia con bandera

Los JEFES de ETA habían elegido esta vez a su víctima entre los empresarios, señalando a José María Ruiz Urtxegi, secretario general de la patronal guipuzcoana Adegui. Pero la violencia, ciega por definición, eligió por ellos, mutilando a otra persona, un empleado de esa institución que ha resultado por azar pariente del empresario señalado. Ruiz Urtxegi era culpable de haberse opuesto, como todos los empresarios decentes de Guipúzcoa, a financiar con el pago del llamado impuesto revolucionario otros atentados y secuestros. Al margen de la bandera en que se envuelva esa práctica, ¿habrá todavía quienes nieguen la existencia de un componente específicamente mafioso en ETA que impide, más que cualquier otro factor, poner fin a esa locura?En estos días en los que se está reconstruyendo trabajosamente un cierto consenso democrático en torno a la idea de acercar a Euskadi a los presos etarras no ha faltado quien ha subido un escalón más afirmando que lo que hay que hacer es reagruparlos como exige ETA. El atentado los deja en ridículo. Que se actúe tan frívolamente en una cuestión tan delicada, cuando la vida de un funcionario de prisiones depende en buena medida de la recomposición de ese consenso, resulta de una irresponsabilidad extrema. Ojalá que Egibar y otros dirigentes nacionalistas no tengan que arrepentirse un día de haber aventado sus obtusas reflexiones. El argumento de que ese reagrupamiento servirá para que los presos se desliguen más fácilmente de la dirección de la banda, presionándola para que decrete una tregua, es expresamente contradictorio con lo qué desde, hace años sostiene el consejero vasco Atutxa. La mención a los presos del IRA cuando sólo el azar impidió que ese grupo provocase una matanza en Manchester resulta un sarcasmo insuperable.

Más información
Una bomba de ETA deja sin piernas al un empleado de una patronal vasca

Por supuesto que no es fácil convencer a ETA de que renuncie a matar, secuestrar, mutilar, destruir; pero lo que puede darse por seguro es que tal cosa será imposible mientras se haga creer a los terroristas que sus crímenes y sus amenazas son efectivos en romper el consenso democrático e imponer sus exigencias.

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