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EURO 96

Italia y Rusia elevan el nivel

Los italianos, más sólidos tras el descanso, acaban con una excelente selección rusa

Santiago Segurola

Un partido de altura, jugado sobre las mejores premisas del fútbol. Italia y Rusia se produjeron con ideas, estilo y recursos. Hubo tiempo para ver lo mejor de cada uno: el juego paciente y bien cosido de los rusos en el primer tiempo, el viejo libreto de Sacchi -presión, achique, fuera de juego-, la recuperación italiana después de su desplome en el primer tiempo y la deslumbrante aparición de Zola en la segunda parte. Mezclados todos los ingredientes, salieron ganadores los italianos por solidez, equilibrio táctico y poder competitivo.Afortunadamente la Eurocopa se ha levantado de un debilísimo comienzo. Se han visto selecciones interesantes, varias de las cuales han actuado con sentido común. O sea, no han mandado la pelota a paseo. Italia, que fue muy imprudente con el balón en el Mundial de Estados Unidos, elevó su nivel en el primer partido de la Eurocopa. A las cosas que ya se sabían, todo eso de la presión, añadió criterio en el juego. Presionó para jugar, que es de lo que se trata. En el segundo tiempo, borró a los rusos, que habían manejado el partido con una soltura extraordinaria.

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Rusia reaccionó con sabiduría al gol que recibió. Mejor, al gol que se marcó su portero. Este torneo está dejando en mal lugar a los guardametas, empeñados en complicar la vida a sus equipo. Para arreglar el roto causado por Cherchasov, los rusos recurrieron a un juego hermoso, establecido a partir del toque corto, de la paciente elaboración y del dominio que estableció Onopko en su infiltración hasta el medio campo. Los italianos se vieron desbordados y no tuvieron manera de detener la delicada maquinaria rusa. Algunos problemas se hicieron inmediatos: Del Piero se sintió incomodísimo en el rígido dibujo de Sacchi, acostado como estaba en la banda izquierda.

Las dificultades, que empezaron por ser generales, se concretaron en casi todos los lugares del campo. Albertini y De Matteo no podían contener la cosedora rusa y hasta Maldini se sintió apretado por KancheIskis, que le desbordó más veces de las previstas. Rusia interpretó muy bien la vieja máxima: contra la presión, nada mejor que el buen manejo de la pelota, que fue de un lado a otro, de esta banda a aquella, adelante, atrás, adelante. Llegó el gol y debió producirse alguno más. Pero a los rusos les faltó un poco de pegada. Cuando volvieron del medio tiempo, se enfrentaron a otro equipo.

Italia tomó posesión de segundo tiempo con una energía tremenda. El equipo indeciso y sufriente de antes se convirtió en el ejército aplastante que quiere Sacchi. Además tuvo la gracia de permitir la aparición de sus mejores futbolistas. Funcionaron la colectividad y los individuos. Y el más sobresaliente de todos fue Zola, naturalmente. Zola, que ha pasado tiempos difíciles con Sacchi, encontró su espacio y su librillo. Como segundo delantero, destrozó a la defensa rusa por destreza y claridad. Sus intervenciones fueron tan venenosas como delicadas. Zola resultó definitivo en la victoria de Italia, que comienza el torneo con poderío, con las viejas cualidades de su fútbol -la organización y la capacidad competitiva- y con un gusto desacostumbrado por el juego. Al menos ayer en Anfield, frente a un rival notable, pero más blando que los vencedores.

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