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Tribuna
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Dejémonos de gaitas

Hay en el entramado organizativo de la Eurocopa 96 un pequeño y revelador detalle. Entre los artefactos prohíbidos por las normas de seguridad en los estadios, además de bengalas, botellas y demás objetos contundentes, figura un instrumento musical: la gaita. La escocesa, se entiende. Una de dos, o los hinchas escoceses han depurado una técnica de uso alternativo de este instrumento musical poco recomendable, o se trata de una simple venganza inglesa contra sus enemigos naturales.La rivalidad entre Escocia e Inglaterra supera las fronteras deportivas, pero por alguna razón -ya se sabe que el nacionalismo es el opio del pueblo- se manifiesta con especial virulencia en las confrontaciones futbolísticas. En 1977, cuando los escoceses vapulearon a la selección de Inglaterra, un ejército de hinchas furioso recorrió las calles de Londres profiriendo insultos contra los ingleses, es de suponer, con música de gaita al fondo.

Entonces, dicen los que vivieron ese episodio, eran tiempos peores para la unión. Pero sólo en teoría. Los mismos reproches permanecen en pié y el Reino Unido muestra la misma estabilidad constitucional. Entonces como ahora, para los escoceses, los ingleses simbolizan no sólo la arrogancia imperial sino el triunfo tory de los últimos 17 años.

Los ingleses, por su parte, encuentran incomprensible el acento de Glasgow y agotadoras las menciones injusticias históricas celebradas en películas como Braveheart.

La verdad es que unos y otros llevan juntos más de 200 años y vistos desde fuera resultan bastante parecidos. De no ser por el tartan y la gaita desde luego. Por eso es lamentable que tan ingenuo instrumento haya quedado fuera de combate antes del comienzo de la Eurocopa, sin siquiera darle, como a la selección de Escocia, una oportunidad.

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