La moda
Una revista juvenil australiana, Juice, ha levantado un revuelo publicando hace unos días un reportaje de moda. Las modelos aparecían no como chicas vivaces, sino como muertas. Unas representaban haber sido objeto de una violación con estrangulamiento; otras, cadáveres rotos en un accidente; alguna más, víctima de un paro cardiaco por sobredosis.Lo peculiar de estas modelos no consistía sólo en que su atractivo sexual se empapara de muerte, sino en que esa muerte las poseyera precisamente con esas ropas. A quien la muerte deja en cueros, como a los ahogados, la muerte les deja también sin historia y, en consecuencia, sin sexualidad. La sexualidad de estas modelos está presente porque, arropadas, adensan su intimidad y su secreta biografía. Toda la vida del cuerpo muerto se condensa en los pliegues de sus faldas, en el desarreglo de sus blusas. El erotismo se relaciona fácilmente con la excitación, pero no hay animación mayor que la que crece en el borde de la muerte. Mujeres abatidas, sometidas no ya por el placer, sino por la coacción de lo fatal.
En todas las fotografías, las mujeres aparecen con un éxtasis del más allá, pero aún siguen vestidas de aquí, En el fardo que conforman sus cuerpos se aúna la moda con la tragedia, la trivialidad con la eternidad, la silueta perfecta con el estrago total. De esa combinación nace un erotismo del nivel más alto. Las modelos, en las pasarelas, lanzan sus modelos. Ellas son las protagonistas. Pero aquí, las ropas, convertidas en testigos y mortajas, son los objetos principales de la función. Eliminado el contoneo, la respiración radiante, la risa en los labios de las modelos, toda la sensualidad se condensa en la expresión del atuendo. He aquí, en fin, la transustanciación total. La moda es lo único que queda.
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