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El muro de la papelina

El constante trapicheo de droga desata las iras vecinales en San Blas

Detrás del muro centenares de toxicómanos consiguen y consumen su dosis diaria. Delante, desde hace a semana, medio millar de vecinos de San Blas se manifiestan cada tarde contra este constante trapicheo. El barrio gitano de las modulares, en la Avenida de Guadalajara, cercado por una valla de hormigón desde 1990 por las constructoras que levantarán 10.000 pisos y un centro comercial en estos terrenos, es el motivo de las iras vecinales.Desde hace años este asentamiento es un punto habitual de venta de droga. Pero el mercadeo ha aumentado desde finales de 1995, según algunos, por una oferta especial de papelinas más baratas. Y los habitantes de esta zona obrera han estallado, hartos de convivir con el lado oscuro de la ciudad. Se quejan de robos y de que los toxicómanos duermen y consumen la droga en sus portales y calles.

Las protestas, que exigen el desmantelamiento de estos barracones construidos en 1982 de forma provisional, han derivado en un mayor control policial. Se sigue vendiendo droga, pero menos, y hay que dar más rodeos para comprarla. "Es más difícil pillar porque los mismos vendedores están más alerta por los maderos", explica una pareja que ha conseguido llegar hasta los prefabricados. "Yo entiendo a los vecinos, pero ¿qué quieren, que acabemos enmonados?", comenta otro drogodependiente.

"Lo que no puede ser es que la policía le requise a un pobre chaval su dosis porque, ¿qué se arregla con eso?", apostillan. "Somos enfermos, no los culpables del narcotráfico , si hubiera menos listas de espera para la metadona quizá no estaríamos aquí", matizan.

El isidrobús de la Comunidad y la furgoneta de Médicos del Mundo paran en este punto para intercambiar jeringuilllas y repartir preservativos. Para los yonquis más deteriorados, aquellos cuya ansiedad les hace consumir su dosis a la sombra del muro y quedarse después allí en colchones o tiendas de campaña, estos vehículos son su único puente con los servicios sociales. A pillar se llega en coche, en taxi y en la línea 7 de metro (Avenida de América-Las Musas).

El Hogar del Pensionista de la Avenida de Guadalajara es una perfecta atalaya sobre este panorama desolador. "Esto parece el Bronx", aseguran los jubilados. "Ya sabemos que si quitan la venta de droga de aquí va a ir a otro sitio, pero lo que fastidia es que siempre nos toca a los obreros", reiteran. "Puede que haya gente de Los Módulos que no vende droga pero hay demasiados cochazos", apostillan.

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Vaso colmado

Las protestas comenzaron el 31 de mayo. La gota que colmó un vaso ya a rebosar fue un robo que sufrió una vecina. La primera vez salieron con palos. Pero después abandonaron esa actitud para evitar incidentes.En los prefabricados viven 119 familias. Hace diez años eran 392. El resto están realojadas. Según la Comunidad el núcleo desaparecerá en 1998.

El lugar es el paradigma del contraste. Junto a montículos de basura hay coches de gran cilindrada. Los niños pululan entre desperdicios, pero, a menudo, montados en motos más grandes que ellos. Adolescentes casi analfabetos se pasean entre escombros vestidos a la última.

En el último año se han levantado 70 chabolas. El miércoles, delante de una patrulla de la Policía municipal, varias familias construían una. "Es que les van a tirar las suyas para una carretera y les permiten construirlas unos metros más allá", explicaban. Un anciano gitano se queja: "No hay derecho a que nos tachen a todos de traficantes, si varios payos cometen una fechoría se les acusa a ellos y no a todos los de su raza".

"Los vecinos protestan porque no venden los pisos que compraron al gobierno regional por cuatro perras y por los que, ahora les gustaría pedir millones", aseguran en Los Módulos. "La policía sabe quién vende droga, pero nos piden el carné a todos para entrar al barrio y si replicamos nos insultan", concluyen.

Las familias de Las Modulares tienen derecho al realojamiento en vivienda pública prometido en 1986 salvo que se descubra que tienen ingresos superiores a lo admisible para optar a un piso social. El problema les demostrar ingresos de origen ilegal o bienes registrados a nombre de terceros.

Las actuales protestas tuvieron su precedente en marzo cuando los vecinos expulsaron a los yonquis del abandonado mercado de Montamarta. Las autoridades lo tapiaron y sigue inutilizado en un barrio donde no sobran los locales sociales.

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