Imagen y Política
UN MES es un plazo demasiado corto para hacer balance de la política del huevo Gobierno. La entrevista de Aznar en la primera cadena de TVE fue presentada como ocasión para un primer cómputo de gestión, probablemente con la idea de disolver cierta imagen de indecisión transmitida por los primeros movimientos de los ministros. No. puede decirse que lo consiguiera. En un tono que recordaba al de sus últimas intervenciones de campaña, Aznar navegó por las aguas poco profundas de lo que "yo quisiera" o "desearía" -para España, los ciudadanos, mi país- sin arriesgarse apenas a entrar en la forma de conseguirlo. Tan sólo en relación a las listas de espera en la sanidad fue algo más preciso, pero al precio de reconocer, sin decirlo, que las 150.000 personas que, según la guía de campaña, esperaban ser operadas en los hospitales públicos se habían encogido hasta las 45.000.El comportamiento de los nuevos gobernantes en estas semanas ha recordado a aquel personaje de Woody Allen que de tanto querer agradar a sus interlocutores los mimetizaba, convirtiéndose en chino en el barrio chino, en rabino en el judío, etcétera. Sin embargo, contentar al mismo tiempo a patronal y sindicatos es tan difícil como tranquilizar simultáneamente a los mineros de Hunosa y a los profesores ultraliberales partidarios de privatizar todas las empresas públicas. Aznar adelantó que el próximo Consejo de Ministros aprobará "medidas muy importantes" para modernizar la economía y estimular el empleo. Seguramente se refería a las famosas reformas estructurales del plan de convergencia, pero si no podía adelantar su contenido la referencia era vacía. Porque algunas de esas medidas -supresión de barreras corporativas, liberalización de servicios- afectarán a intereses de sectores concretos del electorado de centró derecha y tal vez disgustarán a los socios catalanes.
Entonces, ¿para qué la entrevista del lunes, magnificada, además, con imágenes en el telediario de su llegada a los estudios? Tal vez la clave esté en la mención, como si de un mérito se tratara, a que el nuevo Gobierno ha pagado, por primera vez, las pensiones. Algunos teóricos del PP insistieron en los días inmediatamente posteriores a las elecciones en que, para superar la sensación de precariedad derivada de la falta de mayoría, lo que había que hacer era formar Gobierno cuanto antes. El argumento era que la combinación entre control de la televisión y disposición de la caja con la que se pagan las pensiones y demás gastos sociales atraería la adhesión de sectores deferentes con el poder o desconfiados ante un Gobierno conservador. Al fin y al cabo, en España no ha habido, desde la restauración de la democracia, una política económica que pueda considerarse propiamente conservadora o mucho menos -como piensa Anguita- ultraliberal: los ministros económicos de la UCD eran casi todos del sector socialdemócrata del centrismo.
Tal vez, entonces, de lo que se trate es de ganar tiempo a la espera de que cuaje esa perspectiva; evitando, entre tanto, tomar medidas que puedan inquietar demasiado. Es decir, lo mismo, aunque en sentido inverso, que hizo el PSOE en 1982 para tranquilizar a los poderes económicos. La entrevista del lunes, como la declaración de principios del mes pasado, tiene que ver seguramente con esa voluntad tranquilizadora. En ausencia de iniciativas, imagen: aquello que durante años han reprochado a los socialistas. Aunque haya que admitir en descargo de Aznar que la distancia de 30 días es insuficiente para juzgar lo que importa: su política.
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