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Del bienestar al malestar

Algunos economistas describen el periodo de la historia de Suecia comprendido entre los años de la posguerra y la actualidad como el tránsito del Estado de bienestar al Estado de malestar.Haciendo un juego de palabras y con una carga de intencionalidad política, el juicio alude a los problemas que en los últimos años han aquejado a la economía del país -entre otros el déficit fiscal y la deuda pública- que han obligado, a sucesivos programas de ajuste que han recortado drásticamente las prestaciones sociales.

Esta red protectora del ciudadano, desde la cuna a la tumba, fue el fruto de un consenso de clases y partidos políticos que se incorporó a la conciencia colectiva como algo natural e inmodificable.

Si espectaculares fueron los logros alcanzados en algo más de un cuarto de siglo también espectaculares han sido los recortes, con la diferencia de que éstos se han producido en menos tiempo.

Prácticamente ninguna parcela de la actividad se ha librado de los ajustes y, es de justicia señalar, que si bien en el periodo de gobierno de una coalición burguesa entre los años 1991 y 1994 significó una aceleración del proceso, el terreno ya había sido preparado por los Gobiernos socialdemócratas anteriores.

Vientos neoliberales

La política de liberalización del mercado financiero implantada en 1989 y la ola de especulación inmobiliaria que terminó en gigantescas pérdidas por créditos bancarios que los contribuyentes debieron solventar para evitar el descrédito internacional, fueron antecedentes del enorme crecimiento del déficit fiscal y la deuda del Estado.Apremios económicos y también la presión ideológica de los vientos neoliberales que soplaban desde Estados Unidos con la revolución de Reagan y del Reino Unido de Margaret Thatcher que tenían en la poderosa patronal sueca un centro de difusión, indujeron los ajustes. Asignaciones familiares por concepto de número de hijos, de subsidio de alquiler, de coste de guardería, de enfermedad, se redujeron o eliminaron.

Al mismo tiempo se redujeron los impuestos a las empresas con la finalidad de crear empleos que no terminan de concretarse, se atacaron las vacas sagradas del sistema de bienestar al reducir el seguro de paro.

Hasta ahora estos cambios no se han traducido en protestas de la magnitud de las habidas en Francia y Alemania pero sí se ha producido un cambio del mapa político con pérdida de credibilidad o de respaldo de la socialdemocracia y la consolidación de los partidos de izquierda (ex comunistas y verdes).

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