Netanyahu, el voto del miedo
El magnetismo ante las cámaras y la obsesión por la seguridad, bazas del candidato del Likud
Hace seis meses, cuando Isaac Rabin fue asesinado por un judío ultraderechista, la carrera política de Benjamín Netanyahu parecía acabada. Leah. Rabin, la viuda del primer ministro laborista abatido con tres disparos a quemarropa, acusaba al líder del derechista Likud de haber creado el clima de linchamiento político que había conducido al magnicidio. Netanyahu no sólo salió prácticamente ileso de esas denuncias, sino que en pocos meses capturó el liderazgo del Likud y lanzó el más serio desafío electoral contra Simón Peres, el sucesor del dirigente asesinado.
Fue entonces cuando el electorado descubrió que Bibi, como le llama todo el mundo, personificaba, con sus 46 años bien llevados, el polo opuesto de la mayoría de la actual generación, política. Relativamente joven y apuesto, con un reconocido talento para explotar su magnetismo frente a las cámaras de televisión, un gimnasta del lenguaje directo, Bibi brilla en el elenco de personajes desgastados por los años y el implacable escrutinio público.
Cabalgando sobre la cresta de la ola de atentados terroristas de Hamás, explotando el miedo y el dolor de los israelíes, Netanyahu rehizo su carrera y se convirtió en alternativa clara de poder.
Su principal argumento en la campaña electoral fue que Israel, gracias a Rabin primero y a Peres después, ha quedado a merced de terroristas. "Peres está en el bolsillo de Arafat", dijo en una de sus últimas declaraciones antes de la votación.
Peres, ha repetido, ha colocado la seguridad de los israelíes en el nivel más bajo de los 48 años de historia del país por su voluntad de avanzar en el proceso de paz con los palestinos.
Él, en cambio, prometió congelar ese, proceso para colocar en el primer plano de la acción del Gobierno israelí el problema de la seguridad, la ampliación de los asentamientos judíos y la eliminación del tema de Jerusalén de la agenda de cualquier discusión con los palestinos.
La seguridad ha sido siempre una de sus obsesiones. Netanyahu es autor de dos libros sobre terrorismo: Terror: Desafio y Reacción y Terrorismo: Cómo puede vencer Occidente. También ha escrito uno de geopolítica: Un sitio entre las Naciones: Israel v el Mundo.
Netanyahu, que nació en Tel Aviv, ya no predica el Eretz Israel, el Gran Israel bíblico, de sus predecesores en el liderazgo del Likud, como Isaac Shamir. Lo que dice es que, si bien no va a dar marcha atrás en lo ya avanzado -Arafat podrá conservar en régimen de autonomía vigilada Gaza y las localidades de Cisjordania ya evacuadas por el Ejército israelí-, tampoco va a dar un paso hacia adelante. Bibi quiere primero una parálisis y luego una reorganización del histórico proceso de paz iniciado en Madrid en 1991.
Un síntoma de la capacidad política de Netanyahu ha sido lograr presentarse en estas elecciones con el apoyo no sólo de David Levy, que fue su rival para el liderazgo del Likud, sino del viejo halcón del Likud Ariel Sharon, el general que fue ministro de Defensa durante la invasión de Líbano de 1982.
También ha conseguido que el ultraderechista partido Tsomet y su líder, el general y exjefe del Estado mayor Rafael Eitan, formaran un bloque único con el derechista Likud.
Netanyahu habla un inglés perfecto, fruto de los muchos años que pasó estudiando arquitectura y administración en el Massachusetts Institute of Technology y en la universidad de Harvard y a lo largo de su carrera ha sabido explotar tanto sus años en el Ejército, en el que alcanzó el rango de capitán, como la muerte de su hermano Yoni durante la célebre operación de los comandos israelíes para liberar a los pasajeros de un avión secuestrado en Entebbe en 1976.
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