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Entrevista:

"El público de aquí es el mejor del mundo, con excepciones"

Las fotos de Baylón son aromáticas esencias para lucir de tarde. Huelen al tabaco que impregna los tendidos, al vino que no atina desde el quicio de la bota a la garganta del consumidor, a bocadito de nata circulando en bandeja de cartón y arena humedecida por la malquerida lluvia. El libro, Tarde de toros, un paseo por las cuatro dimensiones del universo circular que son las Ventas, se dedica en cuerpo y alma a ese público que ignora haber cedido un instante de su alma para que los dos objetivos de una Rollei inmortalicen su cuerpo. Esa cámara, hermana siamesa de Baylón (Madrid 1958), tiene sólo tres años menos que su dueño y ha registrado, dentro y fuera del coso, la pasión, el miedo, la impaciencia, el respeto, la emoción, el tedio y la estofa del mejor y más exigente público del mundo. Si este libro existe, es porque Luis Baylón se pierde las faenas, miniados los astados por la distancia entre la arena y su localidad.Pregunta. ¿Es verdad que apenas le da tiempo a ver los toros?

Respuesta. Pues sí. Tiene razón Antonio Caballero en el prólogo del libro. Suelo sentarme bastante lejos y siempre me ciega el sol.

P. En ese prólogo se dice que el público de Madrid se proclama sin rodeos, el mejor del mundo.

R. A mí también me lo parece, pero la afirmación sólo es posible por lo chulapos que somos, mejor dicho chuletas. Yo no sabría explicarlo. Lo es y basta, como un dogma de fe. Pero hay excepciones.

P. ¿Por ejemplo?

R. Quienes se preocupan más en comer y beber que en seguir las faenas. Convierten el rito sagrado de la fiesta en una romería. Yo no juzgo si entienden más o menos, pero me parece muy mal que haya gente capaz de comerse un bocata de chorizo mientras alguien se juega la vida delante de su nariz.

P. Muchas tardes merodeando por la plaza?

R. He ido sólo nueve veces a Las Ventas, y no he pasado dentro más de siete.

P. Relate lo que cuentan sus imágenes.

R. Es un relato a pie de calle. Llegas a la plaza, no tienes entrada, si puedes comprarla bien, sino te quedas fuera. Una vez que accedes resulta que lo ves fatal porque no llevas prismáticos, y entonces te dedicas a la gente.

P. ¿La foto más difícil?

R. Ninguna. A mí, como fotógrafo, me gusta ser invisible. Lo consigues si te propones no llamar la atención. Mi cámara no hace ruido.

P. ¿Ninguno de los retratados ha sentido que le robaban su imagen?

R. Yo no robo nada a nadie. Las cosas, como las personas, están ahí. Yo, ni siquiera las toco. Eso del derecho a la imagen está demasiado de moda.

Tarde de toros. Fotografias. M. d'Ors, editor. 3.000 pesetas.

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