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Estudiantes enloquece

El Barcelona, obligado a jugar el desempate en la semifinal de la Liga ACB

Luis Gómez

A su paso por Madrid, el Barcelona ha sufrido una amarga experiencia. Ha sido despedazado, ha sido humillado, ha encajado derrotas inapelables. Por dos veces. Es posible que calculara mal sus posibilidades en esta eliminatoria, que minusvalorase la capacidad de Estudiantes. Tiene no demasiado tiempo para rectificar las cosas, pero corre el serio peligro de que Estudiantes adquiera plena conciencia de la situación. Y si adquiere esa conciencia, enloquece. Y cuando enloquece lo ve todo blanco, el color de su odioso vecino. Y si lo ve todo blanco, muere en la cancha. Más le vale al Barcelona que Estudiantes se serene.Un Estudiantes concienciado es cosa seria. Lo es porque se vuelve ambicioso. Y cuando ambiciona algo no para en medios. Y cuando no para en medios es capaz de agotar a cualquier rival. Es lo que ha hecho por dos veces ante el Barcelona: dos encuentros a los que les sobró los últimos cinco minutos. O dicho de otro modo: dos partidos en los que el Barcelona se le quedó corto.

En el ejercicio de ayer, Aito actuó sin contemplaciones. Trató de controlar el rebote con sus hombres grandes, dio rienda suelta a todos sus tiradores, barajó sus bases. En pocos minutos, el Barcelona había utilizado nueve Jugadores con la sana intención de encontrar un quinteto estable que tomara el control del partido. Enfrente, Estudiantes disponía de menores efectivos pero, desde luego, actuaba con mucha mayor convicción. Tras el protocolario intercambio de canastas, Estudiantes atisbó una primera ventaja (27-18, en el minuto 11), que obligaba a Aito a pedir tiempo muerto para reconsiderar los hechos.

El objetivo del Barça era controlar el rebote y amenazar la defensa contraria con sus tiradores. Fracasó en el intento. Karnisovas amaneció frío, con el gatillo obturado, Fernández no encontró sitio y Montero sólo apareció en los minutos marginales. Perder la lucha por el rebote significa permitir que Estudiantes utilice la quinta velocidad. Y si corre, enloquece. Que es lo que sucedió.

Mijailov terminó siendo dueño de la zona. No era cuestión de centímetros, ni de kilos educados en el gimnasio. A veces basta la actitud, la intensidad en el esfuerzó. Lo que hizo Mijailov, que fue creciendo conforme pasaban los minutos ante la mirada temerosa de todos cuantos hombres le colocó Aito. Mijailov mordía, saltaba, estiraba los brazos, buscaba pelea. Hubo un momento en que enloqueció, ebrio de tanto derroche, y pretendió. hacerlo todo: atrapar el rebote, llevar la pelota a la veloz carrera y culminar su propio contraataque. Cuando Mijailov desvariaba, ese instante supremo en el que un hombre no encuentra más enemigos a los que derribar, el partido estaba roto.

Mediada la segunda parte, el Barcelona se había convertido en un saco de golpes (54-43). Contagiados por el ejemplo de Mijailov, cualquier jugador de Estudiantes era superior a su pareja. Estudiantes tomaba distancia (67-48) y el público reclamaba la exhibición.

Y, entonces, llegó el delirio, el juego de salón, la locura colectiva, la demencia total. El balón circulaba de lado a lado, del anfiteatro a la tribuna, de la tribuna a la línea de tiros libres en sentido imaginario. Sin oposición posible. Era la comunión. Y en el clímax, la canasta certera.

La otra semifinal

Caja San Fernando y TDK Manresa disputarán hoy el cuarto partido de la semifinal en Sevilla (18.15 horas, La 2). La eliminatoria favorece al equipo andaluz por dos victorias a una. De ganar el Caja San Fernando, se clasificaría para la final. En caso contrario, se jugaría el desempate.

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