'Garcilaso' del Retiro
El pregonero de San Isidro, José Luis Garci, evocó el Madrid de su infancia
Madrid-Qué tontas somos, todas venga a mirar para arriba y no hay nada en el balcón. Venir de casa para mirar un balcón...- comenta ban un poco impacientes dos señoras mayores minutos antes de las nueve de la noche, la hora señalada para el comienzo oficial de las fiestas de San Isidro.
-Aquí suelen ser puntuales- contestaba el matrimonio de al lado, también entrado en años y de la misma edad que la mayoría de los que se habían congregado en la plaza Mayor para escuchar el discurso del pregonero: "Ahora que estamos jubilados podemos salir a dar una vueltecita", decía un matrimonio. "Como ya no trabajamos y se han ido los chicos, aprovechamos", decía otro.
-Ya salen los guardias y la escolta. Ahora a ver si sale el alcalde y el Garcilaso- volvía a hablar una de las dos señoras impacientes. Se referían en realidad al director José Luis Garci, el encargado de leer el pregón.
La megafonía no fue ayer un buen aliado del primer director español que volvió de Hollywood con un Oscar. En cambio, sí contó con el apoyo de las nubes, que prácticamente desaparecieron cuando el alcalde, José María Álvarez del Manzano, Garci y varios concejales se asomaron al balcón de la Junta Muicipal de Centro. El alcalde deseó felices fiestas a todos y pidió: "Que los mayores comprendan que los jóvenes tienen que estar alegres". "Y los mayores, ¿qué?", le contestaron las dos senoras.
Todos seguían con gran atención el discurso de Garci. En parte, porque se entendía bastante mal por culpa de la megafonía. Garci daba un poético repaso a su infancia en Madrid. Comenzó diciendo que nació en la calle Narváez, "cuando Madrid era pequeño y había fotógrafos ambulantes por las calles". Habló de los cuadros de Sorolla, de los frescos de Goya, de los merenderos de La Bombilla y del agua de cebada. De la Casa de Fieras, del Circo Americano, de los puestos de los meloneros y del tren de Arganda, -"que pita más que anda", dijeron el pregonero y las dos señoras a la vez-. El público se hizo cómplice de cada una de las vueltas al pasado de Garci. Siempre había alguien diciendo que sí con la cabeza.
Pero de lo que más habló el pregonero fue del Retiro: "Los chicos de mi barrio fuimos unos privilegiados, teníamos el Retiro al lado, que era tanto como tener el mercurio de la vida en la palma de la mano", -"di que sí", le jaleaban las dos señoras-. Se acordó de los novios que navegaban en el estanque, de los árboles tallados con sus nombres y de cuando se jugaba al fútbol con pelotas de trapo y papeles apretados.
No se olvidó Garci del cine. Dijo que el Madrid de su infancia era como una película de Vitorio de Sica, y que era la capital mundial del cine. "En Madrid había más señoriales butacas de gallinero por metro cuadrado que en Hollywood y París juntos", leyó. Y terminó afirmando: "Madrid es como la música, la pintura, la literatura o el cine: de todos. Que lo paséis bien". "Igualmente", le dijeron las dos señoras. "Vámonos, chica, que aquí ya no dan nada".
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