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Tribuna
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Once años sin Heysel

, El 29 de mayo de 1985, toda la Europa futbolística se vistió de luto. Millones de aficionados se disponían a ver por televisión una de las finales de la Copa de Europa más apasionantes que se podían imaginar en aquellos momentos: Juventus-Liverpool. La Vecchia Signora era entonces la indiscutible reina y señora de Italia, años antes de quedar ecIipsada por el Milan del tándem Silvio Berlusconi-Arrigo Sacchi. El Liverpool aún mantenía el prestigio que le había otorgado un equipo irrepetible.Aquel 29 de mayo, el viejo Heysel se convirtió en la tumba del Liverpool y en buena parte del fútbol inglés, que vivió una etapa de aislamiento cuyas consecuencias todavía no ha superado: el fútbol británico ha dejado de tener peso en Europa desde aquella final. Al lado de Heysel acabaron enterrados también 39 aficionados, muertos por aplasta miento y asfixia. Junto a ellos yace aún el honor de los belgas. Pacíficos en lo futbolístico pero policiales como casi nadie en la vida diaria, Bélgica no calculó bien el potencial peligro que suponía acoger en un esta dio vetusto y anticuado a dos de las hinchadas más peligrosas de Europa. Su mal cálculo acabaría enlutando el fútbol europeo y avergonzando a todo el país.

Millones de espectadores contemplaron la tragedia atónitos y en directo. Las provocaciones y la violencia de apenas una treintena de borrachos acabaron sembrando el pánico en la grada de una de las esquinas del estadio. La avalancha fue trágicamente frenada por las rejas que separaban a los hinchas del terreno de juego. El saldo fue escalofriante: 34 aficionados italianos, dos belgas, dos franceses y uno británico perdieron la vida. Otros 450 resultaron heridos. Los hooligans se anotaron el más siniestro saldo de muerte y violencia de su patética historia. El árbitro decidió que el partido se jugara para evitar una reacción de violencia masiva. La Juventus ganó por 1 a 0. El fútbol ya había perdido minutos antes por un inapelable 39 a 0. El Liverpool nunca ha recuperado su prestigio de entonces; ni siquiera ha podido poner el pie en una final. Y Heysel se convirtió en sinónimo de muerte, de vetustez, de torpeza política.

Esta semana se celebra el último funeral por aquella tragedia. Heysel se ha transmutado en el Estadio Balduino, en homenaje al más querido rey de los belgas, fallecido hace ya casi cuatro años. El estadio ha sido modernizado. Todas las localidades son de asiento. Después de casi 11 años en ayunas, Bruselas vuelve a acoger una final de copas europeas de clubes. Se enfrentan dos equipos con más nombre que palmarés, procedentes de dos ciudades gloriosas: el Rapid de Viena contra el París Saint-Germain.

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