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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR.
Tribuna
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La fiesta de EL PAÍS es sobre todo, de los lectores

Juan Arias

Ayer se cumplieron 20 años de la salida de este periódico a la calle, y hoy todos los trabajadores de esta casa vamos a celebrar juntos dicho aniversario, compartiendo mesa y mantel. Los de la primera y los de la última hora, unidos en un proyecto común. Cierto, sin el aliciente de aquella primera hora, en los últimos estertores del franquismo y en las primeras luces del alba democrática, en la que se estaba dando vida a algo nuevo, original y aún incierto. Pero sí con la conciencia de ser, tras tantos años, los líderes de la prensa española.No van a faltar en estos días los análisis más diversos sobre el éxito de este periódico; sobre por qué la sociedad española, a pesar de sus vaivenes, ha seguido eligiendo mayoritariamente a este periódico.

Personalmente, estoy seguro de que el éxito de EL PAÍS se debe en una gran medida a los lectores. Por eso, hoy, la fiesta que celebramos es no sólo la nuestra, sino también, y sobre todo, la vuestra, ya que juntos hemos contribuido a construir una democracia que, como escribe hoy el director de este diario, Jesús Ceberio, en el número especial de El País Semanal, "no es la más virtuosa, pero que sólo algunos dogmáticos se empeñan en presentar cómo la más viciosa". Una sociedad que, como afirma a su vez el fundador y primer director de este diario, Juan Luis Cebrián -quien desde el primer número del diario otorgó una importancia fundamental a los lectores-, ha producido una juventud que, a distancia de 20 años, "es ahora mejor que la que nosotros vivimos y,, pese a las incógnitas sobre la política de empleo, tiene también un futuro más prometedor". Fruto todo ello, escribe Cebrián, "no de un regalo, sino de una conquista reciente de los españoles que no conviene descuidar".

En nuestro Libro de estilo -que es una especie de Constitución de los periodistas que trabajamos en EL PAÍS y del que acaba de aparecer una nueva edición- se dice algo muy importante: "Desde que se fundó, en EL PAÍS se ha considerado que son los lectores los propietarios últimos de la información, y los periodistas, tan sólo los mediadores entre aquéllos y ésta. Por ello entendemos que han de existir unas directrices que comprometan. al periódico con sus lectores, una especie de control de calidad que defina quiénes somos y cómo trabajamos".

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Son afirmaciones que nos comprometen, y que los lectores, consciente o subliminalmente, han sabido captar y apreciar, cosa que se refleja hasta en sus críticas al exigimos fidelidad a nuestros principios. "Es que eso de EL, PAÍS no me lo esperaba`, suelen decir.

Porque es verdad que este diario posee una serie de normas -y controles que son las que otorgan credibilidad y solvencia -al producto que cada mañana ponemos en manos de un millón y medio de lectores dentro y fuera de España.

Pero más de un lector se pregunta, sin embargo, cómo puede conjugarse a fidelidad a esos controles que EL PAÍS se ha dado a sí mismo con los posibles compromisos nacidos del hecho de pertenecer al cabo de 20 años a un grupo empresarial corno PRISA, que tiene intereses vanos en otros campos distintos del periódico, aunque sea dentro del ámbito de la comunicación.

Se preguntan cómo pueden defenderse los periodistas de presuntas presiones directas o indirectas ante temas conflictivos del grupo al que pertenece empresarialmente este diario. ¿Pueden ser objetivos, se pregunta algún lector, los periodistas de EL PAÍS cuando informan sobre los libros de su propia editorial, sobre las películas que ofrece Canal + o sobre los clubes de fútbol? Se trata, sin duda, de un tema delicado que atañe no sólo a EL PAÍS, sino a todos los diarios del mundo, en su mayoría integrados en grupos empresariales con intereses distintos de los de la información. Por el momento, quiero sólo recordar que la mayor pro tección del periodista contra cualquier posible tipo de presión es la fuerza misma de su profesionalidad. Pero, además, este diario cuenta con toda una serie de mecanismos internos para poder mantener su autonomía. Mecanismos que fueron, a su tiempo, sancionados por la dirección y la empresa. Por ejemplo, el Esatuto de la Redacción, el primero que existió en la prensa española, y que desde 1980 regula aspectos como la cláusula de conciencia y el secreto profesional, al mismo tiempo que ofrece al colectivo de periodistas una serie de garantías ante un posible cambio en la línea editorial del periódico. Por ejemplo, en su artículo séptimo se indica que "cuando dos tercios de la Redacción consideren que una posición editorial de EL PAÍS vulnera su dignidad o su imagen profesional, podrán exponer a través del periódico, en el plazo más breve posible, su opinión discrepante". El estatuto sirve, además, para que la Re dacción vote su agrado o desagrado a los nombramientos de sus cargos directivos, incluido el director del periódico.

Existe el Libro de estilo, que contiene toda una serie de normas, a veces muy severas, no sólo sobre ética profesional, sino también sobre el modo de informar o de hacer opinión. Por ejemplo, en el caso de una entrevista, si el entrevistado lo desea, el entrevistador está obligado a hacerle ver todo lo que va a 'poner en su boca, entrecomillado, antes de su publicación. Se recuerda también a los periodistas que "los rumores no son noticias", y que en caso de conflicto, en una información, hay que escuchar a ambas partes en conflicto, como también que "los titulares de las informaciones deben responder fielmente al contenido de la noticia", al mismo tiempo que existe la obligación tajante de separar información, opinión y publicidad.

. Por último, existe este departamento de Defensa del Lector, instituido por primera vez en un diario español, que funciona desde hace 10 años.

El periodista no es, en efecto, detentador de ningún privilegio cuando informa a los lectores, ni se le concede el derecho de informar como un poder personal, sino que dicha libertad de expresión se le otorga en función del derecho que un Estado democrático concede a la sociedad de ser informada.Examen de conciencia

Comentando el Día del Libro, Haro Tecglen escribió agudamente en este diario: "Hacernos del Día del Libro un homenaje al autor: no hacemos un Día del Lector nunca". Por eso, en este 20º aniversario de EL PAÍS, no puedo dejar de recordar a nuestros lectores, fieles y críticos a la vez, que esta fiesta que hoy celebramos es, de algún modo, más suya que nuestra, pues sin su confianza ya no estaríamos trabajando aquí. Pero ello nos compromete precisamente de un modo particular al hacer en este momento balance y examen de conciencia ante nuestros lectores., Y una pregunta se hace obligada: ¿estamos contentos de cómo se aplican en la práctica los mecanismos que nos hemos impuesto para ofrecer a los lectores un diario de verdad libre, bien escrito, con el oído puesto en las voces de la sociedad más que en nuestros deseos; somos críticos incluso cuando ello pueda ir contra nosotros mismos? Es una pregunta que, en nombre de los lectores, nos debemos hacer todo el colectivo que hace posible este diario: desde el director hasta el redactor de última hora. Porque es verdad que no es con la autocomplacencia, ni durmiéndonos sobre pasados laureles, como podemos asegurar que nuestros lectores de hoy puedan seguir dándonos su confianza en el próximo aniversario. Porque son ellos nuestros mejores vigilantes, los que detectan a veces nuestra falta de tensión, nuestras posibles. tentaciones amarillistas, nuestras inútiles autocensuras, nuestra falta de conexión con lo que está cambiando a nuestro alrededor o nuestro recalcitrar frente a sus justas quejas, como si hiciéramos oídos sordos a sus críticas.

Como Defensor de turno de los Lectores creo que debemos celebrar con serenidad este 20º aniversario, junto con nuestros lectores, sin hipócritas flagelaciones -porque es verdad que seguimos siendo el periódico más leído y uno de los más valorados a nivel internacional-, pero también sin infantiles narcisismos y con la voluntad de seguir haciendo un diario, fiel a quienes lo fundaron y abierto al mismo tiempo, sin miedos injustificados, a los tiempos en profundo cambio de siglo y de milenio. De cualquier modo, ¡feliz aniversario! para todos.

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