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Reportaje:

Bienvenido a casa, 'Roberto'

El perro que vivió dos años abandonado en el aeropuerto ya tiene una familia

Roberto ya tiene quien le hable. Y ya se atreve a ladrar. Tras vivir dos años entre el abandono y el recelo hacia el género humano en la terminal iternacional del aeropuerto de Barajas, la Asociación Nacional de Amigos de los Animales (ANAA) consiguió atraparle, cortar sus greñas y curarle una obstrucción intestinal aderezada con una otitis. Para desesperación de los taxistas del aeropuerto, que le reclamaban para ellos como mascota errante pero permanente, Merche, una pediatra de 51 años, demostró suficiente interés por el chucho como para que las responsables de ANAA se lo adjudicasen entre un batallón de aspirantes.Merche reconoce que "jugó sucio". Ella tuvo un perro de la misma raza (Roberto, pese a su oscuro pasado, es un aristocrático pastor de aguas español) que murió de cáncer en octubre, y cuando leyó la historia del perro aeroportuario desapareció durante tres noches para rescatarlo de Barajas. No lo consiguió porque el can no se dejaba ni rozar por los humanos. Al saber que Roberto estaba la perrera de ANAA no dudó en presentarse la primera y decir a todos los que se interesaban por él a la puerta del albergue canino que ya tenía un dueño. "Largamos a cinco de la competencia", se ríe.

Y desde hace un mes, Roberto vive con ella en casa de una familia amiga donde Merche pasa temporadas. La abuela, Carmen; la hija, otra Carmen, amiga de Merche desde la infancia, y un sobrino, Alberto, estudiante de Físicas de 22 años, se turnan en mimos y paseos. "Los primeros días estaba completamente autista", comentan a coro. Pero Roberto ya no es el mismo, y del vagabundo sólo queda el nombre. Ha engordado un par de kilos, está limpísimo y juega como un cachorro, como si el corte de pelo le hubiese devuelto a una edad del pavo que el abandono le negó.

Y ahí anda, por el barrio de Argüelles, sin cadena y hecho un señorito: se sube a las camas, empieza a roer las patas de las sillas para desesperación de a abuela Carmen y le gruñe a algún que otro vecino cuadrúpedo que se toma la excesiva confianza de subirse a su chepa. Le encantan la pizza y los huevos fritos que arranca del plato de Merche con esa carita de pena a la que todo can sabe sacar buen partido; incluso Merche piensa ya en dos posibles novias para que "el pobre Roberto" conozca las mieles del amor canino.

El humano ya lo tiene garantizado con esta familia y con Antonio, un socio de ANAA que es su mayor admirador. La cosa es mutua, porque en cuanto lo vio después de un mes sin visitarle, la cola de Roberto se agitó a velocidad de ala de mosquito. Un cariño al que Antonio renunció: "Roberto tenía muchos candidatos, y yo prefiero adoptar otros que nadie quiere".

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