"¿Les diréis a vuestras esposas lo que me decís a mí?"
A Pujol también le llegaron mensajes que le acuciaban al pacto con el PP. De los sectores empresariales, que siempre y ante todo quieren estabilidad. A mediados de marzo el presidente de la Generalitat recibió a un grupo de empresarios textiles, militantes de Convergéncia, que le rogaron que exprimiera lo que quisiera al Partido Popular, pero que sobre todo evitara que se repitieran las elecciones y que favoreciera, por tanto, la investidura de Aznar. "¿Y vosotros, cuando regreséis a vuestros domicilios, les diréis a vuestras esposas e hijos lo mismo que me estáis diciendo a mí?", les preguntó Pujol. "No, presidente, porque nos echarían de casa", le contestaron.En la noche del 4 de marzo se reunió el comité ejecutivo de Convergéncia. Aunque muchos callaron y otros optaron por esperar a ver qué ofrecía el PP, los partidarios del no a la investidura fueron numerosos. Más de lo mismo se manifestó en la reunión del, consejo nacional del domingo 10. La posición irreductible de tantos cuadros fue un aviso para no dar ningún paso en falso y cuidar sobre todo la unidad y la moral del partido. Las conversaciones privadas y secretas entre Pujol y Aznar (los domingos 17 y 31 de marzo) alimentaron las expectativas de que los populares estaban dispuestos a dar mucho a, cambio de los 16 votos nacionalistas. Josep Antoni Duran había explorado el camino entrevistándose con Aznar para conocer su voluntad negociadora.
En la reunión del comité ejecutivo de CDC del 15 de abril ni una voz se levantó contra el pacto. "¿Cómo hacerlo si los populares están dispuestos a entregar el oro y el moro?", se justificaba un dirigente que pese a todo no acababa de verlo claro. La aprobación en los consejos nacionales de hoy no será tan fácil, pero nadie duda que el acuerdo con el PP saldrá adelante. Durante semanas se ha llevado a cabo una campaña para ablandar la opinión de militantes y cuadros.
En la recta final de la negociación los nacionalistas detectaron que a los populares les "temblaban las piernas", en expresión de un dirigente de Convergéncia i Unió. A la hora de poner por escrito lo que verbalmente habían prometido empezaron los problemas, que los nacionalistas atribuyeron a las presiones internas y externas que empezaban a recibir los conservadores. Jordi Pujol seguía deseando el pacto, pero después de haber creado tantas expectativas en la opinión pública catalana y entre las bases de la coalición no podía aceptar una marcha atrás. De ahí las amenazas de ruptura y el parón negociador de la última semana.
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