ETA aprovechó el secuestro para echar su pulso más duro a los vascos
Lo que empezó siendo un secuestro más con el que aliviar las depauperadas finanzas de ETA ha acabado convirtiéndose en un pulso en toda regla a la ciudadanía y a la sociedad democrática, vascas. Como ocurre tantas veces, y de manera creciente en la medida en que los vascos contestan más y más a la violencia con la movilización en la calle, la dinámica impuesta por ETA conduce a esta organización terrorista a mostrar su rostro represor más cruel y su desprecio por la voluntad ciudadana. Desde un punto de vista técnico, el secuestro del pequeño empresario donostiarra se ha saldado para ETA con un éxito evidente.
Aunque la cifra obtenida finalmente diste abismalmente de los 1.000 millones que sus fantasiosos informadores asignaban a la familia Aldaya, ETA ha cobrado finalmente un rescate y ha demostrado que puede mantener a un rehén durante 11 meses desafiando impunemente a la labor policial. Su exhibición en este terreno le ha granjeado un protagonismo central a lo largo de casi un año con el que capitalizar la sensación de poderío y recuperación organizativa. Durante este tiempo ha mantenido a la sociedad vasca en la zozobra psicológica emitiendo permanentemente el mensaje de que ellos son el primer elemento que condiciona la vida social y política del País Vasco. A través de las contramanifestaciones organizadas por HB, ha logrado aminorar la protesta ciudadana, ahogar la expresión del lazo azul y ha llevado el miedo a muchos vascos, particularmente a aquellas personas víctimas de su extorsión económica.Aunque el móvil inicial era exclusivamente económico, el comportamiento de ETA a lo largo del secuestro, su respuesta a las reacciones que sus acciones suscita, parecen indicar la asunción como propias de otras, motivaciones.
Una de ellas parece ser, sin duda, el castigo a los familiares, amigos y trabajadores de José María Aldaya que se han movilizado desde el primer día y que en estos meses interminables han sufrido en sus propias carnes la incertidumbre y la angustia de una espera, sin duda, pro longada deliberadamente. Los rostros de los hijos de Aldaya evidencian hoy, al contraste con las fotografías de las primeras semanas del secuestro, el castigo a que han sido sometidos durante estos meses. "ETA no tiene ninguna prisa en soltar, a José Mari", éste ha sido el soterrado lamento de los familialres a lo largo del secuestro.
Represión ciudadana
La represión del movimiento ciudadano, la demostración de que ninguna movilización popular, ningún clamor ciudadano, puede remover su voluntad, constituye igualmente otra de la motivaciones que explican la actitud de ETA. En ese terreno, escaldados por la experiencia cosechada en el anterior secuestro, el de Julio Iglesias Zamora, los terroristas han ensayado la táctica intimidatoria y desmovilizadora de la contramanifestación para frenar la respuesta ciudadana en un contexto general de violencia callejera. Cabe pensar igualmente, que la extraordinaria prolongación del secuestro ha obedecido también al propósito de llevar hasta el final ese ensayo dirigido a rutinizar y anular la respuesta ciudadana, a hacer entrar en crisis a los movimientos ciudadanos.No lo han conseguido. A pesar de las advertencias enviadas a la familia, de las amenazas y de las agresiones, los Aldaya, los trabajadores de Alditrans, los amigos de la víctima, los ciudadanos que han respaldado a los movimientos ciudadanos no han doblado la cerviz ante ETA, no se han doblado y su. imagen ha quedado grabada en. las conciencias como ha queda do grabado el comportamiento represor de ETA y de sus amigos, enemigos hoy más que nunca de la sociedad vasca.
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