Wilkins y Vrankovic dejan su marca al CSKA,
El Panathinaikos llega por vez primera a una final de la mano de sus estrellas
Wilkins y Vrankovic esculpieron sus credenciales ayer en París. El técnico del finalista español ya sabe dónde tendrá que situar sus líneas de flotación. La gran incógnita estriba en saber cómo pertrechar un ataque capaz de superar al gigante croata y una defensa que contenga al alero americano. La brillantez del trabajo de Maljkovic, el técnico serbio que estará en una final de la Copa de Europa por quinta vez en los últimos ocho años, hizo un trabajo de aliño en tomo al caviar de la ensalada. Optó, como era de prever, por marcar las líneas maestras con un juego lento, a veces exasperante, por momentos insufrible hasta para los 6.000 fanáticos griegos que lo apoyaron de forma incondicional. El Panathinaikos llegó a nadar en la abundancia (58-45), pero nunca dio la sensación de atribularse por administrar una renta corta. Un dato trascendente en un tipo de competición directa y voraz como es la final a cuatro.El CSKA de Moscú se mostró muy blando ante un tipo de evento con exigencias de tal envergadura. Gozó de sus mejores vibraciones cuando adoptó un esquema menos natural para las condiciones de su grupo. Cargó su juego ofensivo sobre sus pívots y no calentó las muñecas de sus tiradores hasta bien entrado el segundo tiempo. De esta forma y con una gran presión sobre Yanakis, sorprendió en primera instancia al Panathinakos (14-20). La reacción del equipo griego partió de la imponencia de los 217 centímetros de Vrankovic bajo su aro. El africano Nwosu, el ex jugador del Cáceres, tuvo que escarbar y buscar apoyos que pocas veces se produjeron para evitar que alguno de los brazos o el cuerpazo de Vrankovic se interpusieran en su visión del aro. Junto al toque de cometa del croata y a la zona defensiva que ordenó Maljkovic, el Panathinaikos empezó a salir con soltura de su cueva.
La brecha se abrió en el inicio del segundo tiempo y entonces el CSKA recurrió, pero ya con la desesperación de los perdidos, al tiro exterior. Llegó aún a tener una mínima opción (58-51) pero acabó tendido, casi de rodillas. Extenuado por las exigencias de Wilkins y Vrankovic y el trabajo de acoso y derribo de toda la corte de zapadores que dispuso Maljkovic junto a ellos.
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