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BALONCESTO FINAL A CUATRO DE LA LIGA EUROPEA

Tres ganadores sin piedad

Aíto, Maljkovic y Obradovic, obsesionados por el trabajo y la disciplina, son los técnicos de moda en Europa

Luis Gómez

Si estás exhausto, no mires de reojo esperando una mirada complaciente. Traga una bocanada de aire, levántate y corre. Corre deprisa e incorpórate a tu posición defensiva. No lo pienses. Cuanto antes. Un descuido más y estarás chupando banquillo. La obsesión por la perfección es un denominador común que persigue las trayectorias de Aíto García Reneses (Barça), Bozidar Maljkovic (Panathinaikos) y Zeljo Obradovic (Madrid), algo más que simples entrenadores de tres de los cuatro clubes aspirantes a la Liga Europea. Allá donde viajan, no hay indiferencia: el nivel de exigencia es máximo. Sus apellidos ilustran personalidades capaces de desarrollar rasgos de nepotismo, actos de crueldad o accesos de violencia verbal, según cada caso. Sólo guardan generosidad para los auténticos gladiadores. Son hombres obsesionados con su trabajo.Nadie sabe cuál fue el origen de la incompatibilidad de caracteres que soportan Aíto y Maljkovic. Se odian en público y en privado. Si Aíto gusta del pollo, Maljkovic odia todo lo relacionado con este animal. No sólo no podrían compartir menú; es que da la sensación de que habría que retirarles ciertos cubiertos. Son dos personalidades en conflicto. Ganadores. Como también lo es Obradovic. Obradovic conserva unos grados menos de perversidad, es más directo, cristalino: habla con tanto entusiasmo que parece que te está echando a bronca.

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Los tres cuidan el trabajo hasta último detalle. Tanto Obradovic como Maljkovic son hijos del mítico entrenador Asa Nikofic. Too parte de una base: defensa y control del juego. Aíto es un autoidacta. No tiene padres deportivos, él es el padre. Ha creado esuela en España; casi la mitad de los entrenadores de la Liga ACB han bebido de sus enseñanzas. Su estilo es más ambicioso: persigue a disuasión total, un equipo convertido en una máquina de defender y atacar. Buen jugador e ajedrez, gusta disponer de todas las piezas a su alcance. La final a cuatro pondrá en colisión a estos tres personajes, a falta de lo que el novato Eremin sea capaz de aportar en la cancha con el inexperto CSKA Moscú. Porque los tres se han convertido en instituciones del moderno baloncesto continental. En esa posición, Aíto parte con desventaja: tiene todos los títulos en su palmarés excepto una, Liga Europea, justo el premio que ha encumbrado a Maljkovic y Obradovic en tres ocasiones a cada uno.

El caso de Obradovic es el más llamativo. Es el. más joven y no ha hecho otra cosa en este mundo que ganar tres Ligas Europeas. Y lo ha hecho con tres equipos distintos (Partizán, Joventut y Madrid). Se le reconoce una indudable capacidad de adaptación, pero esa aparente flexibilidad es algo engañosa. Es muy metódico y trabajador. Engulle los vídeos con voracidad y se pasa la vida corrigiendo cada detalle del juego. No toma notas. Todos los datos los registra en la memoria. A estas alturas ha visto varias veces cada derrota del Madrid con el Barcelona. Tiene los partidos grabados en el cerebro: puede recordarle a cada jugador en qué acciones se equivocó y en qué minuto del partido se produjeron. No conoce el descanso en su trabajo. Sólo la noche anterior a un partido trata de relajarse un poco y entra en conversación. Es muy directo en su forma de expresarse: lo mismo te insulta que te abraza emocionado. Era un jugador caliente en la cancha. Derrochaba entrega. Como técnico la transmite. Tanto es así que se advierte cómo sus jugadores confían ciegamente en él: no saben si es amigo o enemigo, si odiarle o quererle, pero actúan convencidos de que les lleva a la victoria. Más que respeto, es fe.

Aíto es el método llevado a sus límites. Disfruta teniéndolo todo atado y bien atado. Es poco flexible. La final a cuatro es una prolongación del trabajo de una temporada. Nada cambia en apariencia. No preparará algo en especial: la razón está de su parte, abunda en argumentos para cada respuesta. Ni una palbra sale del partido ante el Madrid hasta la fecha prevista. Es frío y calculador. Se le tiene por maquiavélico. Presiona a sus auxiliares. No admite dudas a su alrededor. En los tiempos muertos sólo da instrucciones. Es uno de los técnicos que más tiempo pasan sentados en el banco.

Maljkovic es Maljkovic: todos sin excepción se deben a una disciplina. Puede ser más flexible que Aíto en sus planteamientos y hacer variaciones para una ocasión como una final a cuatro. Pero su carácter es despótico. Antes de cerrar la puerta del vestuario en el descanso ya se oyen sus insultos. Entre alguna grosería que otra, instrucciones precisas. Ordenes tajantes. Es autosuficiente. Ganó una Liga Europea con el francés Limoges gracias a un ejercicio estratégico elocuente: su equipo era el peor, pero una disciplina de hierro, un control de la posesión hasta el límite, una defensa implacable y los lanzamientos de Young bastaron para hacer inútil la envergadura de Sabonis (Madrid) un martes y la omnipresencia de Kukoc (Benetton) un jueves. Está convencido de que él sabe el camino para la victoria.

Aíto sería un buen político, Malikovic un dictador implacable y, Obradovic un líder carismático. Son tres números uno. París los pone en conflicto. Los jugadores saltarán a la pista con una idea: responder sus órdenes. En el lenguaje de estos tres jefes no hay retórica: ambi cionan cada título sin rasgo de romanticismo.

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