Volví
Lo de tomar melatonina, la hormona que ayuda a dormir y previene el jet-lag, es estupendo si te lees antes el prospecto. A mí me dio pereza y, en el avión de regreso de Los Ángeles, me la tragué en braille en cuanto empezó la película de Bruce Willis, y así me fue. Primero, no conseguí que viniera el sueño, y eso que mi amable vecino de asiento se me ofreció a modo de adormidera contándome las impresiones recogidas durante sus apasionantes viajes de negocios por todo el mundo, y cuando digo todo, digo todo. Trece horas después aterrizaba en Madrid, y no es que tuviera jet-lag: media docena de vacas locas se habían introducido en mis pulsos para realizar una terapia de grupo.Dentro de casa, me tumbé en el diván y así el mando a distancia, sintiéndome la dueña de mi ámbito y la esclava de mis vahídos. La pantalla se iluminó y un fulminante efecto de electrochoque se llevó a las vacas de mis pulsos y me golpeó brutalmente en la hormona de la estética, con desperfectos irreparables.
Allí estaba la boda de Roci-Hito, y la voz en off informaba de que Rupert había peinado a la novia no con huevos de pascua, como parecía a simple vista, sino con postizos de cabellos de indias traídos especialmente de Perú. Ansiosa, busqué entre los invitados a una representación de lo que queda de Sendero Luminoso dispuesta a irrumpir clamando venganza en ese momento, temido por toda mujer, en que el cura dice lo de los impedimentos y hable o calle para siempre, y que es cuando te enteras de que tu novio está casado con el propio Rupert.
Defraudada, decidí entregarme, y me concentré en la desilusión de que el recién casándose no vistiera el uniforme de gala de cobrar multas de tráfico de la Guardia Civil.
Es tan fácil volver y tan corto el olvido.
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