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La resurreccion de las Delicias

La estación madrileba celebró ayer su 116 aniversano y reprodujo su inauguración decimonónica

Resurrección en la antigua estación de tren de Delicias. El rey Alfonso XII se paseó ayer por los andenes. Parecía contento, y eso que su uniforme de gala era de alquiler. Y es que su majestad, en realidad, se llama José Ángel Herrero, tiene 32 años y trabaja en Renfe. José Angel y otros 20 miembros del Centro Cultural de Renfe revivieron ayer el acto inaugural de la estación en 1880, a la cual asistió Alfonso XII. La conmemoración se celebró con una jornada de puertas abiertas en la estación, que desde 1984 es Museo del Ferrocarril."Cuando estoy rodeado de mi pueblo, me siento orgulloso", dijo el noble José Angel Herrero, quien iba acompañado por su esposa Doña María Cristina y sus dos hermanas, las infantas Eulalia e Isabel. Por otra parte, el pueblo de Alfonso estaba un poco disgustado, porque no veía ni oía mucho del espectáculo que rodeaba a Su Alteza Real, a causa de la mala megafonía.

La jornada del 116º aniversario se celebró con entrada libre a las exposiciones, teatro, viajes en tren y conciertos. Además, el Museo del Ferrocarril inauguró recientemente la exposición audiovisual Geoide sobre la evolución de la tierra, y tiene previsto realizar actos culturales, como el VI Foro de las Ciencias Ocultas y Espirituales a partir del 26 de: abril. '

El director del museo, Rafael Ruiz Sanchidrián, esperaba ayer unos 6.000 visitantes. Según Sanchidrián, entre los elementos más peculiares del museo figura la llave con la que el rey Juan Carlos apretó el primer tornillo del AVE. "También está el reloj que dio la salida al primer tren que hubo en la Península. Fue el 28 de octubre de 1.848 en Barcelona", explica el director. "Tenemos 34 grandes piezas. Locomotoras eléctricas, de diesel y vapor", cuenta. Dentro de las máquinas destaca la más vieja del museo, que data de 1871, la número 01 de Ferrocarriles de Andalucía.

Algunas de las máquinas veteranas resollaban y borboteaban en las vías, acompañadas por el sonido del pito, que servía a los maquinistas para comunicarse con los jefes de estación. Ruidos de antañó. Para ponerse melancólico, como Teresa Perez, de 42 años y José Salas, de 46, que visitaron ayer el museo. "Estos sitios tienen un ambiente agradable y cierto espíritu", opina Teresa, mientras se toma un café en un coche de Wagon-Lits convertido en un bar con revestimiento de madera, cortinas bordadas, y pantallas rosadas. A los dos les gustaría viajar más en tren. "Pero últimamente los de Renfe han quitado mucho servicio. El otro día queríamos coger el tren en Tablada para volvemos a Madrid. Pero la máquina no se paró, porque éramos solamente dos personas en el andén", dice Teresa, una nostálgica de las estaciones de otro tiempo.

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