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El hartazón japonés

Durante años los japoneses se han convertido en el signo de la máxima eficacia laboral. Ahora están empezando a hartarse de esa gloria. Durante años, la nación japonesa ostentó la más alta productividad del mundo, se convirtió en la empresa con mejor control de calidades y a precios exteriores imbatibles. Ahora, no obstante, el mito japonés que puso contra las cuerdas a los norteamericanos ha empezado a perder fuerzas y, más que eso, a perder su afán. La sociedad ha ido desarrollando, al compás del desarrollo productivo, la producción de un pensamiento crítico. La vida de un oficinista japonés ha estado regida durante años por cinco días de trabajo agotador y tres horas de desplazamiento hasta un hogar de 60 metros cuadrados ocupado por cuatro personas. Los viernes por la noche, el ocio, en general, del empleado consistía, además, en salir de copas con los jefes.Rehuir esta costumbre -de la que muchos, abominan- era y es estimada como una forma de desapego empresarial cuyo significado va más allá de lo que significa en Occidente. La famosa Japan Inc. japonesa es un ámbito de producción, pero a la vez un útero existencial donde se entrega y se agota la vida.

Hasta 1990, el primer criterio para ascender a alguien en el organigrama era los años de antigüedad, elemento más decisivo en los méritos que la cualificación misma. Ser de una empresa fue y es pertenecer a una familia solemne. ¿Cómo negarse, pues, a atender la salida con el jefe? El viernes noche era y es una prolongación de la pertenencia a la nómina, y no había límite en la ocupación. Como consecuencia, los laboriosos japoneses dedican prácticamente todo el sábado a dormir y los domingos, como en un arrebato, salen masivamente a hacer compras.

En la casa es difícil estar a la vez todos los miembros de' la familia. Y tampoco es factible en muchos de les apartamentos elegir entre irse a la cama o ver la televisión: el salón es a la vez dormitorio. Silenciosamente, con mansedumbre oriental, los avanzados japoneses han adelantado poco en calidad de vida, en servicios públicos, en distracciones. Pero ahora han empezado a mostrar su protesta contra el sistema, sea en conversaciones privadas, sea en manifestaciones por las calles.

Varias razones han contribuido a este estallido. Desde hace cinco años, la recesión no ha hecho más que provocar despidos en una sociedad donde el empleo era, prácticamente vitalicio. Paralelamente, las corrupciones políticas -la contaminación de la sangre que ha matado a centenares de hemofílicos es de las últimas- o las formidables quiebras en los préstamos hipotecarios han creado un malestar que se ha duplicado cuando las autoridades pretenden enjugar los apuros bancarios a través de impuestos. La fe de los japoneses en su, histórica rutina ha descarrilado y. el mito de la "familia corporativa" se enfría. "Se creao o no", dice el periodista Hideo Takayama, "una sorprendente cantidad de japoneses están disfrutando la crisis económica gracias a que ahora sus compañías les exigen menos horas de trabajo". Con ello, los empleados creen, dice el periodista, que se abre un tiempo gozoso hacia la modernidad. (Tal como la disfrutan los españoles).

Por primera vez en decenios empiezan los japoneses a responder en los sondeos que preferirían tener algo más de tiempo libre, y un semanario, el Shukan Gendai, ha encontrado este fenómeno vindicativo de tanta envergadura que lo ha bautizado con el nombre de "revolución vacacional". Los jóvenes en los treinta años declaran en un porcentaje del 68%, que prefieren una vida con más tiempo de ocio que un ascenso en la escala empresarial. El problema ahora, sin embargo, advierten los psicólogos sociales, es cómo evolucionarán los matrimonios, cómo se las apañaran padres e hijos y cómo se evitará una oleada de agresividad intrafamiliar si todos los miembros de la casa se concentran más horas en la angostura de sus espacios domésticos.

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