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Tribuna
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Vaya tela

El problema de Hollywood -de una con Hollywood- es que, en cuanto paso unos días aquí, me meto completamente en situación y luego, el trabajo es mío para salir de la ficción con la entereza y el semblante inmarcesible que suelo lucir en la vida real, por pintoresca que sea.Llevaba sólo tres jornadas aquí -qué digo: tres horas- y ya había pedido autógrafos a las compañeras de Divine en la esquina de Hollywood Boulvard en donde encontró al dios de las oportunidades encarnado en Hugh Grant. Había asaltado The Regent de Beverly Hills, el hotel de Pretty woman, luchando a brazo partido con los japoneses que lo asedian, para hacerme una foto sentada encima del piano que usaron Richard Gere y Julia Roberts para consumar un inmortal polvo sinfónico. Gracias a un conocido, contaba en mi poder con la lista completa de las agencias que facilitan un american gigolo -llamado finamente escort, o acompañante de pago para cuerpos con ansias verbeneras- por el módico precio de 150 dólares sólo por llevarlo a cenar y de 400 dólares por caer casualmente en sus brazos. Ya puesta, había dado los primeros pasos para pasearle en una limusina forrada de piel de pantera, que se puede alquilar por diez horas al módico precio de 80 dólares.

Estaba más Blancanieves que nunca cuando recibí el fax fatídico. Era una noticia de periódico, y el titular rezaba así: 'El PP propone rotular en catalán el puente aéreo en Barajas'. He dejado de soñar que Harrison Ford me rescata de donde sea y ya sólo tengo pesadillas en las que aparece Luis Racionero traduciendo al catalán las letras de La verbena de la Paloma. Anoche mismo se me apareció Meryl Streep -maestra en adoptar acentos- y me dijo que el equipo de Aznar la ha contratado para ponerlos a todos a hablar como si fueran de Lleida.

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