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Sentimiento, Arte y Ciencia

A Vicente Martín Blesa, profundo enciclopedistaNuestra vida cotidiana es muchas veces la pesadumbre de una monotonía difícil de soportar. Huir de ella cada día, escapar de las dolorosas cadenas con que atan los deseos cambiantes, es el origen de la liberación humana (Schopenhauer). Contrariamente, la pintura realista holandesa ha plasmado las primicias y encantos mágicos de la vida cotidiana. Franz van Mieres tenía la sin par virtud de reflejar en sus cuadros la materia con perfección idéntica, y todos los objetos ofrecen una minuciosa realidad que nos deja pasmados. Los pintores holandeses del siglo XVII, como Gerard Dou y Gabriel Metsu, tampoco descuidaban pintar el, detalle más nimio, empeñados en la sublime artesanía de milimétrica exactitud. No es extraño que Hegel, en su Estética, frente a la pintura constructivista, mental y religiosa italiana, exaltase la realista holandesa que revela a los hombres la presencia siempre de la objetividad trascendente. De esta forma, lo cotidiano adquiere un valor tan sorprendente como maravilloso. La pintura holandesa ha sabido reflejar el mundo nuestro de todos los días, espejo de un microcosmos íntegro, redondo. El pequeño mundo en que nos encierran estos pintores es el gran teatro del mundo. No es cierto que la vida cotidiana lleve a la desesperación, su quietud tranquila impide caer en el vacío existencial. Sin embargo, para combatir la monotonía de una vida siempre igual, es necesario salir de esta voluntaria clausura, vivir múltiples experiencias para disfrutar la variedad infinita del reino de la materia (George Santayana).La Ciencia emancipa al hombre de su morosa, vida personal, al entregarse a la percepción objetiva. El científico, antes de comenzar su tarea, siente que el universo es perfecto y susceptible de análisis racional. Por ello, la labor creadora de muchos investigadores evoca el duro sacrificio de, los monjes medievales. Pero por más que el hombre se refugie en la Sabiduría, la Ciencia, el Arte, vive sentimientos que se revelan sin realidad duradera. A este respecto, García Bacca, sostiene que la sentimentalidad es el terreno sólido donde las tonalidades afectivas se transforman en objetivaciones racionales, un proceso de concentración por el que se llega al ser propio diferente de los otros, finitudes individuales que revelan la unidad cósmica de los seres humanos. Los románticos alemanes tuvieron diáfana conciencia de la pobreza del Yo, y para salir de la particularidad iniciaron sus Poéticos vuelos por el Cosmos, descubriendo la presencia del Uno y el Todo como verdad a la que pertenecían. Schelling rechazó la oposición Yo y Naturaleza que la sentía Espíritu Universal. Esta conciencia cósmica de los románticos alemanes fue resultado de distintos viajes: unos hacia el infinito del Universo, otros hacia las profundas oscuridades del espíritu humano.

Nóvalis dijo que el verdadero camino va hacia dentro, y para conocer el mundo es necesario entrar en el campo misterioso del hombre. Dicho en otras palabras, el sentimiento de sí es origen del pensamiento del Espíritu Universal y de la totalidad subjetiva. Los hombres no son átomos aislados, dispersos en un mundo tenso de conflictos, sino seres que sienten la naturaleza como un bien colectivo y, por ello, no les interesa afincarse en la solitaria parcela subjetiva. Karl Philip Moritz deseaba unirse al "Bello Todo", océano de posibilidades infinitas, para no sentirse más abandonado como una flor que se agosta y muere. Un vértigo de: dicha se apodera de estos románticos, sienten que el aire está impregnado de chispas multicolores, reflejos de los distintos espacios siderales, "Edén de éxtasis, de ligereza, de inmensidad", en el que viven los hombres en un continuo resurgir. El sentimiento cósmico revela que es posible y necesario el abrazo con los otros hombres para lograr la salvación individual y plenitud de ser. Pero todavía hay que recorrer un largo camino hasta llegar a la faz verdadera de la identidad común. El amor señala que finalizan los tiempos de esos procesos angustiosos de la vida desamparada y hermética. Para ello, es necesario querer mucho, con voluntad firme, esta tierra que nos cobija, y le acompañe el pensamiento activo, la acción investigadora del conocimiento. La verdadera ciencia es afán de descubrir los nexos de las cosas que existen en el Todo-Uno, y continuar la búsqueda de islas de la alegría, y los, resplandores profundos que surgen de los distintos conocimientos.

Del sentimiento cósmico nace la Ciencia. "El sentimiento del científico adquiere la forma de un asombro extasiado ante la armonía de la ley natural que le revela el mundo" (Einstein). Este sentimiento es el principio rector de su vida y de su obra. El sentimiento cósmico no es individualista; aúna múltiples visiones. Ejemplo de ello es la investigación científica, trabajo en conjunto, una comuna de sentires activos. "El científico, liberado de los grilletes de los deseos egoístas, se ha entregado a pensamientos a los que se adhiere por el valor suprapersonal que poseen" (Einstein). El sentimiento cósmico es lucha por el conocimiento racional, porque siempre "la Razón es Sintiente" (Xavier Zubiri). En un brillante artículo, Víctor Márquez Reviriego establece una original diferencia entre "Razón Sintiente" y "Razón Sentiente", definiendo esta última un sentirse pensándose. De aquí, la Ciencia puede degenerar en una creación de conceptos ajenos a la realidad que está ahí. Para evitar este peligro, Einstein aconseja domesticar la creación mental, humillándose ante la racionalidad que manifiesta la vida. La Ciencia exige volver a la experiencia real, mediante la unificación racional de lo múltiple, hasta construir un sistema científico basado en los datos sensoriales que se ajustan a las concepciones del pensamiento. Sentimiento, Arte, Ciencia coordinados liberan al hombre de su introspección egotista, y abren el camino al verdadero conocimiento universal.Carlos Gurméndez es ensayista, autor de El Hombre Actor de sí mismo.

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