EL CURA Y EL VIDENTE
Antonio David Ferrato Benito, un sacerdote de poco más de 40 años, tiene conmocionada a la pequeña población pacense de Villagonzalo (1.500 habitantes). Sus vecinos, tras 13 años de permanencia en el pueblo, le definen como "un hombre bueno, que suele hacer favores, pero cura cura, de sotana y esas cosas". Antonio David es dado a creer en un vidente cuyas profecías han pasado por anunciar que "el nazareno sería mojado" (y, efectivamente, lo fue, porque unos niños rociaron la imagen con una manguera durante una procesión). Visitado por su amigo el vidente, este cura rural metió el miedo en el cuerpo a la familia de Maximiliana Guerrero, de 81 años, fallecida en Mérida el pasado día 19 a causa de una trombosis. El sacerdote, según su propia versión, fue advertido de que "la mujer no estaba muerta, sino que tenía un sueño letárgico, una muerte aparente, y que yo tenía que avisar a su familia para que no la enterraran rápidamente". Así lo hizo desconcertando a los tres hijos y a las respectivas nueras de la difunta: "Nos dijo que la sacáramos del ataúd, que la pusiéramos sobre una cama y que le moviéramos los brazos y las manos, no precipitándonos en enterrarla por lo que pudiera ocurrir", cuenta la mujer de uno de los tres hijos de Maximillana. Aquel esperpento condujo a situaciones inusuales, con la familia llena de nervios y reclamando, incluso, un forense, aunque el juez consideró que ya era suficiente con los informes que habían emitido dos doctores. Tranquilizados los ánimos, la familia de la víctima decidió celebrar el funeral en Mérida y enterrarla en Villagonzalo. Eso sí, advirtieron al cura que no querían verlo en el cementerio, pero él hizo caso omiso y hasta el camposanto se presentó, originando un pequeño altercado con la familia, que ha decidido comunicar el incidente al obispado de Mérida-Badajoz.-
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