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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Que avance?

EL "TÍMIDO avance" de Izquierda Unida (IU) del que hablaba Julio Anguita en la noche electoral parece convertirse en un inequívoco retroceso político de la coalición en el escenario parlamentario surgido de las elecciones. Es verdad que IU ha cosechado unos 400.000 votos más y su grupo parlamentario ha aumentado en tres diputados. Pero ni los unos ni los otros le bastarán a IU para compensar la desventaja en la que le coloca la nueva correlación de fuerzas en el Parlamento resultante de las pasadas elecciones, y a la que tanto ha contribuido la actuación de su grupo tras el ejercicio de pinza con el Partido Popularque ha llevado a cabo durante la pasada legislatura. Sobre el futuro Gobierno y aquellas fuerzas políticas que cuentan para asegurar la gobernabilidad en España, la influencia de IU es y será inexistente. Anguita quería ser árbitro y ha acabado de espectador. Proceso lógico, si el eje de ese nuevo Gobierno pasa por el PP, con el que IU jugó a la "coalición negativa", pero con el que no podría establecer, ni por intereses ni por programas, ningún tipo de "coalición positiva". Los puntos de contacto programáticos entre IU y PP apenas van más allá de la política antiterrorista, como ha resaltado el encuentro de ayer entre Anguita y Aznar. La tentación de una coalición a la griega, glosada por algún que otro opinador profesional, no deja de ser una irrelevante boutade.

Pero la efectividad de IU como oposición también se ha reducido. Los resultados electorales del PSOE han hecho a este partido líder indiscutible en el amplio campo que va del centro hasta la izquierda. Será el PSOE el que llevará la batuta de la oposición frente al probable nuevo Gobierno conservador, como ha sido ese partido el que ha frenado al PP en las urnas. Se miren por donde se miren, los resultados electorales colocan a IU en una situación debilitada respecto a la anterior legislatura.

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Éstos son hechos de los que, sin embargo, no parece querer enterarse la actual dirección de IU, y especialmente su coordinador general, Julio Anguita, inasequible a la realidad. Y sin embargo, es imposible que una estrategia política que fracasa una y otra vez no sea sometida, tarde o temprano, a revisión. Si no lo hace Anguita, algún día lo harán otros. Porque lo que ya parece claro es que la oposición a ultranza a los socialistas ha ido más allá de lo comprensible para el votante que se mueve en el espacio fronterizo entre IU y el PSOE. Son votantes que no han entendido cómo una fuerza de izquierdas ha llegado al extremo de sacrificar la gobernabilidad en Andalucía o de permitir que el PP se hiciera con el gobierno de alguna comunidad autónoma o de grandes municipios.

En la nueva configuración parlamentaria, esa estrategia reacia. a los acuerdos en el espacio de la izquierda puede tener aún mayores costes políticos para IU. Hasta amenazar con empujar a la coalición a encerrarse cada vez más en sí misma y exacerbar sus rasgos de grupo testimonial. Están plenamente fundadas las inquietudes de algunos de los socios de IU -Nueva Izquierda e Iniciativa per Catalunya, especialmente- por el futuro de la coalición. Futuro que no ayudan a despejar las prácticas hegemónicas y sectarías a las que tan dado es el PCE -el socio dominante de IU-, y, que una vez más han vuelto a manifestarse en las propuestas de dirección para su nuevo ,grupo parlamentario. Enterrado definitivamente el sueño del sorpasso que pasaba por la demolición del PSOE, la dirección de IU debería entender que la mayoría de los votantes de izquierda han elegido a los socialistas. Anguita puede colaborar con esa mayoría o seguir su larga marcha hacia la irrelevancia.

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