El Barca se aferra al marcador
El PSV desperdicia la ocasión de sentenciar la eliminatoria en el Camp Nou
El equipo de la luz retrató al Barça. Perdida la pelota, el grupo de Cruyff busca hoy el cuerpo a cuerpo. La actitud se antepone al juego. Es una cuestión de orgullo. A falta de cabeza, resiste el corazón. La adversidad le endurece. No hay quien apueste por él y, sin embargo nadie se atreve a escribir su necrológica. El PSV Eindhoven, la expresión deportiva de la Philips, le desnudó ante su hinchada. Le tiró la pelota a la cara. Le disparó desde todos los flancos del área. Y le dejó como un equipo de andar por casa. Pero no supo enterrarle. Queda vuelta, y el Barça se agarra al empate como un triunfo.
Peleó siempre el colectivo azulgrana por un resultado que le dignificara, y el marcador premió su entrega. Fue el suyo un juego muy físico, temperamental y enrevesado. Un grupo bélico parido por un poeta. Mal asunto. Ya no hay rabonas ni croquetas y sí impera el tackle, el, robo y la intimidación. Muerde el equipo. El empeño del Barça por meterse en el partido contrastó con la facilidad con la que entró el PSV. Fue el holandés un colectivo muy luminoso pese al clasicismo de su dispositivo: un 4-4-2 muy sabido. Un equipo que va un punto por encima del Ajax no puede ser un mal equipo.
El PSV fue el rival que temía el Barça. No hizo nada que no estuviera en el guión. Los números decían que era muy fecundo, y el marcador fue todavía benigno con el Barca. Se sabía que Nilis era el mejor, y marcó los dos goles. Conocida era la presión que Wouters y Jonk montaban en la medular, y por el ombligo del campo descuartizaron al rival. Y se confiaba en la cierta indolencia defensiva que se supone a todo equipo holandés, y encajó dos goles. Fue un equipo muy bien parado, disciplinado, serio y, sobretodo, rápido. La simplicidad de su organización y la rapidez en sus transiciones dejaron al Barça en una manifiesta inferioridad en cada parcela del campo. No estuvo nunca cómodo el grupo de Cruyff.
El partido tenía ya mala pinta desde la arrancada. La grada estaba gélida: no tuvo el estadio la solemnidad con la que trata siempre las noches europeas. Y el equipo tiritaba en la cancha: a la baja de Ferrer se unió la de Nadal, y la defensa se cayó a trozos. La dispersión azulgrana entregó al PSV el hilo del choque. No habían transcurrido ni cuatro minutos, y el equipo de Eindhoven ya tenía la faena hecha. El gol de Nilis dejó en anécdota la consigna barcelonista: aceptar cualquier resultado que tuviera un cero en el casillero forastero.
Perdida la solvencia defensiva, el Barça quedó tirado. El fútbol directo del PSV no tenía réplica, aunque tuvo suerte el Barga del carácter samaritano del rival. La falta de pegada del PSV permitió al Barca engancharse a la contienda con un gol de Bakero. Pero el PSV ni se inmutó y volvió a repetir Nilis, y también a no rematar, con lo que llegó el empate y le abrió al. Barça una segunda oportunidad, aunque en campo ajeno. El más difícil todavía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.