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El tío de las ovejas

Un artesano de Getafe triunfa en Europa con sus esculturas de cartón

Quién lo iba decir. En el Sector III de Getafe (144.600 habitantes), sembrado de viviendas unifamiliares en geométrica distribución, unas peculiares ovejas, aún desconocidas para la zoología, florecen como las amapolas. Jamás se las ha oído dar un balido más alto que otro, pero a cambio han aprendido a leer el periódico y ver la televisión, a conducir y levantar pesas con insultante autosuficiencia, e incluso, las más osadas, se han enfundado sus faralaes de tafetán y se marcan unas sevillanas de lo más garbosas. El pastor de tan particular rebaño se llama Javier Bueno, un atípico artesano de 37 años que disfruta de un éxito jamás imaginado gracias a estas criaturitas de papel y cartón.Le han robado hasta la identidad. Javier ya no es él y su circunstancia, sino, indefectiblemente, "el tío de las ovejas". Lleva seis años pariéndolas y su descendencia ovina no conoce fronteras ahora: arrasa en Alemania y Holanda, alguna se ha desperdigado por los territorios de la reina Isabel y, a nivel más doméstico, un esbelto ejemplar se ha convertido en mascota del Qué me dices, de Tele 5.

La suya es una historia de casualidades. Clarinetista frustrado ("si hubiera empezado a los 18 ahora le daría collejas a Woody Allen", dice), dejó a medias la carrera de Derecho y regentó un hotel hasta que una película se cruzó en su vida. Era Jo, qué noche, de Martin Scorsese, en la que un personaje se embelesa empapando tiras de papel en un cubo de cola. En aquella sesión cinematográfica a Bueno se le encendió la lucecita: el celuloide, qué cosas, le empujó a la artesanía.

"Yo sólo hacía algunas figuritas con madera, como afición", explica, "en el papel no había pensado jamás". Pero se compró unos libros, improvisó sobre el tema y terminó aprendiendo a modelar a su manera. Dice carecer de técnica y método, pero de sus manos nacen 400 tiernos y primorosos borreguillos al mes. Todos diferentes, todos un punto socarrones. "Ni yo mismo sé por qué se me ocuirrió hacer ovejas", confiesa. "Quizá es un animal un poco tonto; por eso al humanizarlo resulta más chocante...".

Pese a su escaso aprecio por el intelecto del ganado, la verdad es que ya quisiera más de un cabrero sacar tanto jugo de la clase rumiante. Los encargos son abrumadores, llegan de toda España y a veces se antojan un tanto peregrinos. Para regalo de boda, por ejemplo. Bueno se ha propuesto ampliar su mercado exterior en ferias internacionales, pese a las dificultades del transporte. "Hay que buscar otros públicos", comenta, decidido. La pasta de papel de sus ovejas, por cierto, está hecha con ejemplares de EL PAÍS. "Bueno, es el que leo, sencillamente", sonríe el inventor del ternasco, farandúlico, "aunque las páginas salmón [las del suplemento Negocios], no sirven. Demasiado duras".

Obras de Javier Bueno. En una veintena de tiendas de regalos de Madrid y en la librería Demos (calle de Velaso, 31. Getafe). Entre 5.000 y 6.000 pesetas.

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